El predicador no viste de negro. Más bien,
resplandece en un traje blanco de tres piezas hecho de poliéster. No preside
sobre un altar, sino que anda de acá para allá sobre un escenario de muchos
niveles en su “catedral” hecha para la televisión, bañado por la luz de muchas
lámparas. La plataforma misma parece ser la estrella del espectáculo, pues ha
sido pulida hasta quedar como un espejo, y tiene luces que centellean sobre
cada detalle y numerosos telones que constantemente cambian el escenario.
Es tiempo para la oración, pero no se trata
de una oración común. El predicador se sitúa ante una mesa llena de cartas
procedentes de su “familia de la oración-llave” y dobla la rodilla ante la
mesa, mientras se agarra las manos reverentemente. Su coro reluciente toma su
lugar, en semicírculo detrás del predicador. A medida que el predicador ora, el
coro acompaña la oración de éste con un canturreo; cada cantante “acaricia” el
micrófono con su voz, al estilo de los cantantes de un club nocturno.
Al terminar la oración, la imagen se
desvanece gradualmente y surge un anuncio en cinta de video que patrocina a la
“familia de la oración-llave” del predicador. Este anuncio está hecho de manera
muy profesional. Se ve a una anciana, que obviamente es muy devota y se siente
sola, escribiendo una carta al predicador. Mientras se ve esta escena se oye la
voz de ella, como si se pudiera oír lo que ella piensa, relatando cómo su
soledad y la mayoría de sus otros problemas han desaparecido desde que se unió
a la “familia de la oración-llave.”
Ahora la escena regresa al predicador,
precisamente a tiempo para que oigamos su sermón. No se le ve agitando una
Biblia. El predicador está hablando como lo haría si estuviera en su propia
sala. Vez tras vez recalca el mismo punto. Si usted desea que sus oraciones
sean contestadas, tiene que unirse a su “familia de la oración-llave.” ¿Por qué
la mención de una llave? “La oración es la llave,” dice con intensidad el
predicador, “que abre el banco celestial.”
Este es un ejemplo del fenómeno cautivante de
la religión estadounidense... la Iglesia Eléctrica. Su recién adquirida
refinación de métodos y su popularidad están causando conmociones religiosas y
políticas a través de los Estados Unidos. Las estrellas más relumbrantes de
esta iglesia están obteniendo más dinero que la mayoría de las grandes
confesiones estadounidenses. ¿Quiénes son? ¿De dónde vinieron? ¿A quiénes
representan?
La Iglesia Eléctrica está compuesta de
predicadores que hablan por televisión y que compran su propio espacio o tiempo
en el aire y lo utilizan para obtener contribuciones con las cuales compran más
tiempo, y así sucesivamente. Por supuesto, la mayoría de las estaciones de
televisión vacilan en cuanto a vender tiempo en el aire a un predicador que
solo va a importunar a los televidentes, y por eso los predicadores tienen
maneras rebuscadas de evitar el dar la impresión de que están solicitando
fondos por el aire.
¿Cuáles son algunas de las maneras en que
piden? Animan a los televidentes a escribir pidiendo un broche gratis o una
“llave de la oración,” y de esa manera el nombre del televidente se agrega a la
lista de correos de un ordenador o computadora y entonces comienza el solicitar
agresivo. O quizás ofrezcan un “servicio de consejo” televisado, y luego
escriban a las personas que piden ayuda. El sistema de correo por computadora
ha hecho de la Iglesia Eléctrica un negocio muy lucrativo. ¿Cuán lucrativo? He
aquí unas cifras típicas:
Oral Roberts, anterior sanador por
fe pentecostés, que ahora se ha moderado como metodista, recibe 60.000.000 de
dólares al año.
Jerry Falwell, de Lynchburg,
Virginia, bautista con un fuerte mensaje político, recibe más de 50.000.000 de
dólares al año.
Pat Robertson, quien comenzó el
primer programa popular de entrevistas a invitados religiosos y que ahora tiene
su propia cadena televisora que transmite desde su nueva oficina central de
20.000.000 de dólares. Su Cadena Cristiana de Emisoras recibió 70.000.000 de
dólares el año pasado.
Jim Bakker, que anteriormente era socio de
Robertson, ha comenzado su propio espectáculo de invitados y su cadena
televisora le produce 53.000.000 de dólares al año.
Rex Humbard, con su “Catedral del
Mañana” y su escenario espectacular, recibe unos 25.000.000 de dólares.
Y la lista sigue y sigue. En resumen, las
estrellas máximas de la Iglesia Eléctrica pueden gastar centenares de millones
de dólares en comprar tiempo en el aire todos los años. ¿De dónde obtienen el
dinero?
La mayoría de la gente que enciende la
televisión para ver la Iglesia Eléctrica no es rica. Benjamin L. Armstrong,
quien creó el término “Iglesia Eléctrica,” explica: “Como parte del concepto de
la Iglesia Eléctrica, se condiciona al televidente para que contribuya.” La
mayor parte de esos millones de dólares llega a las manos de los predicadores
eléctricos en cantidades de 25 ó 50 dólares a la vez. Por ejemplo, Jerry
Falwell pudiera recibir 10.000 cartas en un día típico, y más de la mitad de
ellas contienen contribuciones.
Un prisionero de Pontiac, Michigan, quedó
sorprendido cuando recibió una petición escrita por computadora en la que le
pedían 35 dólares. ¿Por qué? Dice él: “La nota hecha por la computadora
explicaba que un amigo mío, que prefería permanecer anónimo, había
. . . pedido que se hiciera por el aire una oración especial a favor
mío . . . La oración se había hecho, pero mi amigo no había dado
respuesta a la ‘tarjeta de donación’ que se le había enviado posteriormente.
¿Sería yo tan amable como para enviarles un cheque?”
A veces se pide dinero de manera más sutil.
Un observador dijo: “El otro día vi un espectáculo de televisión que resumió
mis temores acerca de las transmisiones religiosas pagadas. Durante el
programa, el predicador hizo que en la pantalla de televisión aparecieran dos
números telefónicos. Los televidentes podían llamar gratuitamente a un número
para dar contribuciones, pero había que pagar por la llamada al otro número,
que era para las personas que querían consejo.”
¿Por qué se solicita dinero constantemente?
Una razón para esto es que la Iglesia
Eléctrica debe su existencia a mucha tecnología muy costosa. La mayoría de las
personas que transmiten programas religiosos jamás podrían competir con la
programación regular de otras cadenas de televisión que transmiten para el
grueso de la población estadounidense. Francamente, cuando se transmite un
programa religioso la mayoría de las personas apagan el televisor. El problema
que afronta la Iglesia Eléctrica es: ¿Cómo pueden llegar a la dedicada minoría
de televidentes que desean ver programas religiosos?
¿La respuesta? “Revoluciones en la tecnología
del satélite, adelantos en el modo de emplear computadoras y el advenimiento
del servicio de ‘cablevisión’ y nuevos arreglos de transmisión están
convirtiendo a los Estados Unidos en una aldea global y están haciendo
económico el limitado transmitir a un grupo relativamente pequeño de
partidarios,” declara la revista Forbes. “¿Qué importa que no todo el
mundo quiera ver un programa religioso? . . . La televisión, al igual
que las revistas, ahora puede complacer a auditorios especializados.”
El resultado es un arreglo económico
diferente para la Iglesia Eléctrica. Los televidentes no apoyan estos programas
indirectamente por medio de comprar algún jabón en escamas que se haya
anunciado en el programa. Más bien, tienen que apoyar los programas directamente
con sus contribuciones. La tarea de solicitar fondos y asegurarse de que estas
contribuciones sigan llegando se ha convertido en una operación masiva por
computadoras para la mayoría de las estrellas de la Iglesia Eléctrica. El
ordenador es tan vital para la Iglesia Eléctrica como lo es la pantalla de
televisión.
La constante necesidad de obtener dinero
atrapa a los predicadores eléctricos en un ciclo de desarrollo rápido o
quiebra. Se comienzan grandes proyectos de construcción como “catedrales” o
universidades u hospitales y luego se hacen súplicas desesperadas a los fieles
para que contribuyan más dinero para “terminar la obra de Dios.” Como dijo un
banquero de la localidad acerca de una de las superestrellas de la Iglesia
Eléctrica: “Solamente hay un problema con un ministerio como el de Jerry. No
puede dejar de recoger dinero; si lo hace, todo se desploma.”
Este aspecto de la Iglesia Eléctrica pudiera
recordar a cristianos concienzudos las palabras de Jesús que se encuentran en
el Sermón del Monte. Jesús declaró enfáticamente: “Nadie puede servir como
esclavo a dos amos; porque u odiará al uno y amará al otro, o se apegará al uno
y despreciará al otro. No pueden ustedes servir como esclavos a Dios y a las
Riquezas.”—Mat. 6:24.
Puesto que los predicadores de la Iglesia
Eléctrica necesitan constantemente una vasta cantidad de contribuciones de sus
televidentes, ¿se tomarían ellos el riesgo de ofender a estos televidentes?
Difícilmente. No sorprende que la teología de la Iglesia Eléctrica sea
simplista y busque su propia satisfacción. Como lo dijo la revista Forbes:
“No pregunte qué pueda hacer usted por su religión; pregunte, más bien, qué
puede hacer su religión por usted.”
Hasta algunos simpatizantes de la Iglesia
Eléctrica admiten que es de poco contenido. Como declaró el teólogo evangélico
Carl F. Henry: “Mucha de la religión televisada gira demasiado en torno a
experiencias, es demasiado escasa en sentido doctrinal como para que suministre
una alternativa apropiada a la actual confusión religiosa y moral.” En otras
palabras, la religión de la televisión no puede realmente ayudar a resolver los
problemas de la vida.
Harvey Cox, profesor en divinidad de Harvard,
declaró que, en vez de eso, los predicadores de la Iglesia Eléctrica “están
simplemente perpetuando y profundizando los valores de una cultura consumidora
materialista. Están ayudando a la gente a aceptar valores muy superficiales,
mientras prometen salvación fácil dentro del marco más comercial que pudiera
haber.”
¿Cómo armoniza este mensaje con la
advertencia de Jesús de que el camino a la vida no es fácil, sino difícil...
“angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida, y pocos son
los que la hallan”? (Mat. 7:14) ¿Dan a entender esas palabras que usted puede
obtener la vida eterna por medio de sencillamente sintonizar el Canal 21?
Considere esta otra advertencia de
Jesucristo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome
su cruz [madero de tormento, Traducción del Nuevo Mundo] cada día, y
sígame.” (Luc. 9:23, Versión Moderna) ¿Se niega uno a sí mismo y toma su
“cruz” por plantarse diariamente ante un televisor? ¿Puede Jesucristo realmente
aprobar una religión que promete a las personas una salvación fácil —sin madero
de tormento, sin negarse a sí mismo— sencillamente a cambio de un cheque
mensual al “ministerio mundial televisivo” de alguien?
Más bien, parece como si la Iglesia Eléctrica
fuera un ejemplo del siglo veinte de lo que el apóstol Pablo advirtió a Timoteo
cuando le dijo: “Porque habrá un período de tiempo en que no soportarán la
enseñanza sana, sino que, de acuerdo con sus propios deseos, acumularán para sí
mismos maestros para que les regalen los oídos; y apartarán sus oídos de la
verdad, siendo que serán desviados a cuentos falsos.”—2 Tim. 4:3, 4.
¿Por qué están dispuestas ciertas personas a
dar millones de dólares para apoyar la Iglesia Eléctrica? Porque se les está
diciendo lo que desean oír. Tienen la seguridad de que Dios les va a contestar
sus oraciones. No tienen que repudiarse a sí mismas ni ‘llevar una cruz’ ni
hacer el trabajo que Cristo hizo, pero están “salvas” y Dios las ama... siempre
y cuando sigan enviando esos cheques.
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