Durante una gira por Latinoamérica a
principios de la década de los treinta, Robert Montero visitó Puerto Rico para
determinar qué se podría hacer a fin de compartir con otros el mensaje de valor
incalculable de las buenas nuevas del Reino de Dios. En su informe a la sede
central de la Sociedad Watch Tower en Nueva York, indicó que Puerto Rico era
campo abonado para la obra de predicar, y recomendó a la Sociedad que enviase a
la isla proclamadores del Reino de tiempo completo, es decir, precursores.
Añadió que solo había un Testigo, John Dahlberg, quien tenía unos setenta años
de edad y se dedicaba al negocio de la pesca en Puerto Real, en la costa
oriental de la isla. La actividad de predicación del hermano Dahlberg en aquel
entonces era bastante limitada pues sabía muy poco español, pero se ofreció
para cooperar plenamente con cualquier Testigo que pudiera venir a Puerto Rico
a esparcir el mensaje del Reino.
Los primeros en responder a la invitación de
servir aquí fueron el hermano Colin McLarty y su esposa, un matrimonio de poco
más de setenta años. Llegaron en el invierno de 1932. Equipados con literatura
bíblica que anunciaba el Reino de Dios, llamaron a la mansión del gobernador y
a la jefatura de policía. Colocaron publicaciones con un juez del tribunal de
distrito de los Estados Unidos. También dieron testimonio a maestros de escuela
durante los períodos de descanso entre clases. Durante cuatro o cinco meses
visitaron hogares privados y lugares de negocio. Complementaron su escaso
conocimiento del español valiéndose de señas, y de ese modo se esforzaron por
interesar a otros en la verdad de la Palabra de Dios. Pero, cuando estaban
preparándose para partir, informaron que lo que habían logrado no era “nada en
vista del trabajo que necesita hacerse”.
LLEGAN DOS
PRECURSORAS
En 1935, Lillian Carr y Marie Hawkins, dos
precursoras procedentes de Rochester, Nueva York, vinieron para compartir con
los afectuosos puertorriqueños el mensaje del Reino, un mensaje dador de vida.
Debido a que se encontraban en un ambiente nuevo, al principio trabajaban
juntas, pero más tarde se concentraron en distintas zonas. En las ciudades de
Aguadilla y Mayagüez, en la costa occidental, y en Ponce, en el sur, la hermana
Carr se dedicó principalmente a colocar literatura bíblica con la gente, pues
no podía mantener una conversación en español. No obstante, de esa manera se
sembraron muchas “semillas” de la verdad del Reino durante los siguientes
quince años.
En el ínterin, la hermana Hawkins predicó
durante diez años en San Juan y en otras ciudades al norte y al este de la
isla. Al igual que la hermana Carr, ella solo tenía un conocimiento limitado
del idioma español. Sin embargo, se esforzó por volver a visitar a quienes
mostraron interés y les condujo estudios bíblicos lo mejor que pudo.
PRIMEROS TESTIGOS
PUERTORRIQUEÑOS
La hermana Hawkins no le predicó
personalmente a Ambrosio Rosa García en las proximidades de Arecibo, pero le
colocó un folleto a un amigo suyo. En 1938 ese amigo le dio a Ambrosio Rosa el
folleto Se aproxima la guerra universal. Aunque Ambrosio Rosa practicaba
el espiritismo, quedó profundamente impresionado por el contenido de esta
publicación. Enseguida obtuvo más literatura por correo solicitándola a la
central de la Sociedad en Nueva York. Pronto quedó convencido de que lo que
estaba leyendo era la verdad, y empezó a compartir con otros este conocimiento
recién hallado.
Como reconocía que la religión católica
romana era falsa, rehusó dejar que su hija mayor hiciese la primera comunión.
Por esta causa el sacerdote de la localidad lo visitó. Pero Ambrosio estaba lo
suficientemente capacitado como para defender lo que creía, y utilizó bien el
conocimiento que había adquirido de la Biblia.
Se dio cuenta de que tenía que compartir las
buenas nuevas con otros, de modo que empezó a predicar de casa en casa aunque
eso significó tener que hacerlo solo y sin haber recibido ningún entrenamiento.
¡Este era un hombre de fe que amaba profundamente a Jehová! Que él supiese, el
único siervo de Jehová en la isla era él. Sin embargo estaba dispuesto a seguir
adelante y enseñar a otros lo que había aprendido sobre el propósito de Dios.
Cuando se enteró de que en los Estados Unidos estaban utilizando mensajes
bíblicos grabados para esparcir la verdad, solicitó a la Sociedad un fonógrafo
portátil y algunos discos en español, y les dio un buen uso.
Un día, habiendo puesto en marcha su
fonógrafo del otro lado de la calle frente a la iglesia católica de Arecibo, un
hombre le pidió que pusiese el discurso “Enfréntense a los hechos”. Parte de
este discurso exponía la actividad política de la iglesia católica. Cuando la
grabación mencionó las prácticas de la Iglesia durante la guerra civil
española, el hombre corrió a buscar al sacerdote. Al venir, el sacerdote acusó
al hermano Rosa de ser un “quintacolumnista” y antiamericano, pero el hermano
Rosa conocía los hechos. Fortalecido por el espíritu de Jehová, pudo señalar
que en realidad los “quintacolumnistas” y antiamericanos eran los sacerdotes
por haber apoyado a Hitler y a Mussolini. También le preguntó al sacerdote por
qué permitía que las personas se dirigieran a él como “padre” siendo que la
Biblia prohíbe tal práctica. (Mat. 23:9.) El sacerdote se retiró, pero entonces
un policía amenazó al hermano Rosa con arrestarle. De nuevo se mantuvo firme y
explicó que él tenía el derecho constitucional de predicar la Palabra de Dios
en la plaza pública. Ante esto el sacerdote y el policía consultaron entre sí y
seguidamente se marcharon.
Entre las personas a las que Ambrosio
testificó en Arecibo estuvo Santiago Rodríguez (padre), un empleado de una
tienda que tenía por entonces unos cuarenta años de edad. Al principio Santiago
le dijo al hermano Rosa que él tenía su propia religión y que verdaderamente no
estaba interesado. Pero después de un rato Ambrosio le persuadió a suscribirse
a la revista La Atalaya sólo por seis meses. Según las revistas
llegaban, Santiago las leía y pronto reconoció que lo que estaba aprendiendo
era la verdad. Al poco tiempo ya estaba predicando con el hermano Rosa.
Jehová bendijo los esfuerzos de ambos, y un
pequeño grupo de personas interesadas empezó a reunirse. Fue entonces cuando
estos dos hombres comenzaron a darse cuenta de la necesidad de “consagrarse” (o
dedicarse) a Jehová y bautizarse. Pero ¿quién los bautizaría? No conocían a
ningún otro Testigo en Puerto Rico. ¿Qué harían? Después de considerar el
asunto bajo oración, reunieron al grupo y todos fueron a un pequeño río cerca
de Arecibo. Allí Ambrosio bautizó a Santiago y luego Santiago bautizó a
Ambrosio, con lo que llegaron a ser los primeros testigos de Jehová nativos que
se bautizaron en Puerto Rico. Esto ocurrió el 18 de enero de 1940. Más tarde se
bautizaron otros miembros del grupo, y el 8 de junio de aquel año se organizó
la compañía (o congregación) de Arecibo de los testigos de Jehová.
SER UN TESTIGO NO ERA
FÁCIL
Mientras tanto, se estaba desarrollando otro
grupo de siervos de Jehová en Santurce, una extensa zona de San Juan, la capital.
Al predicar en aquella zona, Marie Hawkins había conducido un estudio con la
señora Leonor Román, y ella también empezó a diseminar las buenas nuevas. Su
esposo se unió a ella en conducir estudios bíblicos en su casa, y la hija de
seis años acompañaba a su madre en el servicio del campo. Este pequeño grupo de
Santurce llegó a ser una congregación en mayo de 1940. Pero cuando la hermana
Román se puso enferma, la actividad gradualmente se extinguió. De modo que el 1
de septiembre de 1941 esta pequeña congregación fue quitada de la lista.
Tres años después se formó otra congregación
en San Juan. Pero, de nuevo, debido a la falta de dirección esta no prosperó en
aquel momento.
Sin embargo, había quienes parecían estar
dispuestos a esforzarse en el servicio de Jehová, aunque había muy pocos
Testigos. Dos hombres que vivían en el interior de la isla presentaron sus
solicitudes para el servicio de precursor. Se les asignó todo el municipio de
Guayama, en el sur de la isla. Su obra consistió mayormente en distribuir
literatura. Sin duda esto ayudó a algunos a ponerse en contacto con la verdad.
No obstante, desafortunadamente, parece que el motivo principal de estos dos
hombres era el de vender libros. De modo que después de un tiempo su actividad
cesó.
Ser un siervo de Jehová no era fácil. Por lo
general, no se recibía mucho ánimo de otras personas. Cada uno tenía que luchar
tenazmente por la fe.
LLEGAN GRADUADOS DE
GALAAD
Pronto amaneció una nueva era en Puerto Rico.
Algunos de los primeros misioneros que se graduaron en la Escuela Bíblica de
Galaad de la Watchtower fueron asignados a Puerto Rico. En marzo de 1944 cuando
el China Clipper aterrizó en el aeropuerto de Isla Grande, en San Juan,
cuatro de esos misioneros estaban a bordo: Leo y Eunice Van Daalen, Emil (el
hermano de Leo) y su primo Donald. La hermana Hawkins estaba allí para
recibirlos, y se sentía emocionada de pensar que ahora habría ayuda madura para
cultivar el campo puertorriqueño.
¿Qué disposición y costumbres notaron estos
misioneros en las personas de Puerto Rico? Generalmente eran personas amables,
generosas y hospitalarias, que se daban por satisfechas con tener un lugar
donde dormir, comida y ropa. También eran personas religiosas, principalmente
católicas. Era bastante común ver una estatua de un “santo patrón” llevada en
procesión por sacerdotes y fieles al son de sus cánticos. En muchos hogares
podían verse pequeños altares adornados con imágenes y cuadros de “santos” ante
los cuales ardían velas constantemente. Se practicaba el espiritismo
extensamente pero, por lo general, quienes lo hacían eran también buenos
católicos. Además, también había bastantes evangélicos, personas que
habían abandonado el catolicismo para unirse a las sectas protestantes
introducidas por los norteamericanos.
LOS MISIONEROS
EMPIEZAN A PREDICAR
La mayoría de las personas eran receptivas al
mensaje del Reino cuando los misioneros llamaban a su puerta. Nadie les cerraba
la puerta en la cara, nadie les respondía de manera brusca o seca; al
contrario, casi en cada hogar se les invitaba a pasar. No obstante, antes de
que pudieran presentar el mensaje del Reino a menudo tenían que responder
ciertas preguntas para satisfacer la curiosidad del amo de casa. “¿De dónde es
usted?”, “¿está usted casado?”, “¿tiene hijos?”. Pero finalmente se podía dar
el testimonio. Con frecuencia la conversación terminaba con café o hasta con
una invitación para quedarse a comer con ellos.
Los misioneros sabían muy poco español.
Afortunadamente en aquel tiempo se utilizaba el fonógrafo portátil en el
servicio del campo. De modo que, después de saludar al amo de casa, se le
extendía una invitación para escuchar un breve mensaje grabado. Sin embargo,
por lo menos uno de los misioneros tuvo un problema. Una vez preparado el
fonógrafo, invitaba al amo de casa a escuchar una grabación sobre la Biblia y
este, por lo general, respondía: “¡Cómo no!”. Al oír la palabra “no”
y debido a no poder expresarse en español, el misionero cerraba su fonógrafo y
se iba a la siguiente puerta. Pasó un poco de tiempo antes de que se diera
cuenta de que la expresión “¡cómo no!” realmente significa “¡sí, por qué
no?”, y que los amos de casa de hecho lo estaban invitando a proseguir. Pero
las personas en general eran amables, y si podían, ayudaban a los misioneros a
encontrar las palabras correctas.
Se colocaba mucha literatura, especialmente
en los lugares de negocio. Sin embargo, los misioneros querían “enseñar”. Al ir
dominando más el idioma, se esforzaron por volver a visitar a las personas y
empezar estudios bíblicos utilizando el libro Hijos. Un día se sintieron
muy contentos al dar con José Sosa, quien había estudiado en Arecibo con
Ambrosio Rosa pero luego, al trasladarse a San Juan, había perdido el contacto
con los hermanos. Inmediatamente empezó a acompañar a los misioneros en el
servicio del campo y les ayudó mucho con el español.
LLEGAN MÁS MISIONEROS
En aquel tiempo había más de dos millones de
personas en la isla; era evidente que se necesitaban más trabajadores. ¡Cuán
felices se sintieron los hermanos cuando llegaron más misioneros! Con el
transcurso de los años han servido aquí más de cien misioneros, y en algunos
momentos ha llegado a haber hasta sesenta misioneros al mismo tiempo. Todos
ellos han sido trabajadores dispuestos, deseosos de participar de cualquier
manera posible a fin de esparcir el mensaje del Reino. Han ayudado a establecer
la obra en la mayor parte de las ciudades principales y en muchas ciudades más
pequeñas.
No obstante, no solo se interesaban en
sembrar semilla nueva sino también en cultivar la que ya había sembrada.
(Véanse 1 Corintios 3:6-9; Hechos 15:36.) De modo que algunos de los
hermanos de San Juan decidieron visitar a sus hermanos de Arecibo para
animarlos en la fe. Como obviamente se necesitaba ayuda madura para las
reuniones y el servicio del campo, se dispuso que Emil Van Daalen y su primo
Donald ayudaran al pequeño grupo de Arecibo. Con el tiempo se les unió Arthur,
otro miembro de la familia Van Daalen.
Mientras tanto, en San Juan, la cantidad de
Testigos empezó a crecer. Estaban progresando en la verdad algunos que
verdaderamente demostraron ser hermanos fieles. Uno de ellos fue Miguel Bari.
Él tenía una pequeña habitación en la vieja ciudad de San Juan, donde mucha
gente vivía prácticamente en los pasillos de los edificios. Cuando se entraba
en los edificios se podía ver la cocina, la mesa y demás mobiliario allí mismo
en los pasillos, y quizás hasta una pequeña habitación que servía de
dormitorio. En medio de esas condiciones el hermano Bari trabajaba de sastre.
En lo que a posesiones materiales se refiere tenía poco, pero tenía las
cualidades que le motivaron a participar fielmente en la predicación de la
Palabra de Dios justo hasta su muerte.
José Feliciano fue otro de los primeros
Testigos que sirvió fielmente hasta la muerte. Ángel Figueroa, quien en aquel
tiempo vendía naranjas (chinas) en la calle, también llegó a ser nuestro
hermano. Personas de corazón honrado, procedentes de toda condición social,
estaban convirtiéndose en “hombres de buena voluntad”.
NUESTRA PRIMERA
ASAMBLEA
Las asambleas desempeñan un papel importante
en la vida del pueblo de Jehová. En 1945 llegó el momento de celebrar la
primera asamblea de adoradores del Dios verdadero en Puerto Rico. Se celebraría
en las mismas fechas que las que se iban a celebrar en 300 ciudades por todos
los Estados Unidos. En el viejo San Juan se consiguió un pequeño salón que
servía de sede para un sindicato, cerca de la entrada a la Fortaleza (la
mansión del gobernador). A pesar de su español tan limitado, todas las
conferencias tuvieron que prepararlas los misioneros. Por supuesto, para las
sesiones regulares hubo poca asistencia.
El discurso público titulado: “Los mansos heredarán
la Tierra”, se programó para el domingo a las tres de la tarde en el salón de
actos de la Escuela de Medicina Tropicana, justo al lado este del Capitolio.
Para dar publicidad a la conferencia se distribuyeron en las calles 10.000
invitaciones y se anunció por la radio y en los periódicos. También se colgó un
gran cartel de tela de una acera a la otra en la avenida Ponce de León. Al
comenzar la conferencia fue algo desalentador ver solo a unas 20 personas
presentes, básicamente los hermanos. Pero para el final del programa, había 250
personas en el auditorio.
VISITA ANIMADORA DE
LOS HERMANOS KNORR Y FRANZ
En marzo de 1946, al mismo tiempo que
llegaron más misioneros a Puerto Rico, llegaron también el presidente de la
Sociedad Watch Tower, N. H. Knorr, y el entonces vicepresidente, F. W. Franz,
que se hallaban de gira por las islas del Caribe. ¡Qué ocasión tan feliz!
Se organizó una asamblea de dos días en el
Ateneo Puertorriqueño, a la entrada del viejo San Juan. La conferencia pública
titulada “Regocijaos, oh naciones” fue presentada por el hermano Knorr, y el
hermano F. W. Franz hizo de traductor. Para anunciar la conferencia
se distribuyeron de casa en casa y por las calles de toda la ciudad 65.000
invitaciones. Asistieron personas de toda clase social. También estuvieron
presentes hermanos de Arecibo. En total, la asistencia fue de 260 personas.
¡Qué ocasión de regocijo fue esta para los 35 publicadores del Reino que había
entonces activos en Puerto Rico! Podían ver que se estaba empezando a establecer
firmemente la verdad en la isla.
Durante su visita, los hermanos Knorr y Franz
se reunieron con los misioneros para bosquejar los planes para la expansión
futura. Con el fin de permitir que los misioneros dedicaran toda su atención a
la obra del Reino, se instituyó un hogar misional, es decir: la Sociedad
proveería un hogar con el fin de suministrar alimento y alojamiento a los
misioneros, la mayoría de los cuales habían dejado atrás hogar y parientes para
servir en una tierra extranjera. ¡Cuánto apreciaron aquellos celosos
trabajadores esa amorosa provisión! El hermano Knorr también anunció que el 1
de abril de 1946 se establecería en Puerto Rico una oficina sucursal de la
Sociedad Watch Tower. La casa de dos pisos que luego se obtuvo en la calle Lafayette
704, en Santurce, sirvió de centro para la actividad teocrática en Puerto Rico
durante los siguientes veinte años.
LAS REUNIONES
PÚBLICAS DISEMINAN LAS BUENAS NUEVAS
Uno de los métodos utilizados eficazmente
para diseminar el mensaje del Reino fueron las reuniones públicas. Estas
reuniones eran verdaderamente públicas, celebradas la mayoría de ellas en
parques y plazas públicas. Como el clima en Puerto Rico es cálido todo el año,
podían celebrarse casi cada semana. No obstante, se requería una gran fe y un
espíritu dispuesto para seguir celebrando dichas reuniones. ¿Por qué?
Consideremos cuatro conferencias que se
programaron para celebrarse en Santurce, en la plaza de Barrio Obrero, el mes
de julio de 1946. ¿Quiénes fueron los oradores? Pues bien, como los hermanos
nativos eran todos demasiado nuevos en la verdad, los misioneros tuvieron que
hacer lo que pudieron con su limitado español. Muchos de ellos leyeron
manuscritos que habían preparado copiando párrafos de diversas publicaciones y
colocados luego en orden apropiado según el tema. En una ocasión, después que
un misionero hubo leído su discurso, una persona interesada le abordó con una
pregunta. Pero el misionero no pudo entender nada de lo que el hombre dijo y
tuvo que dirigirlo a alguien que pudiera hablar español. Sin embargo, con la
ayuda del espíritu santo estos hermanos dispuestos estaban participando en
predicar las buenas nuevas.
Para pronunciar estos discursos se utilizaron
diversos parques y plazas, incluso la plaza principal frente a la Alcaldía de
San Juan. Como era de esperarse, a los líderes religiosos esto no les gustaba
tanto como a las personas en general. Presionaron a la alcaldesa para que se
les denegara esta libertad de expresión a los testigos de Jehová. Se hizo un
anuncio en la prensa indicando que un parque público no debería usarse para
“servicios religiosos”. Los hermanos fueron a un abogado amigable para
referirle la cuestión, y él les aconsejó que esperaran un tiempo y luego
solicitaran de nuevo el permiso. Los hermanos lo hicieron, y hubo buenos
resultados. Evidentemente la alcaldesa se dio cuenta de que no podía negarles
legalmente este derecho.
Los hermanos de San Juan también programaron
discursos en las plazas de las ciudades cercanas. Una noche, cuando los
Testigos habían acabado de presentar su conferencia en Juncos, un predicador
pentecostal quiso hacer algunas preguntas utilizando el sistema de sonido. Al
negársele su petición, empezó a gritar a viva voz, contradiciendo lo que el
orador había dicho. Aunque las respuestas precisas que se le dieron, basadas en
la Biblia, demostraron que él tenía un punto de vista equivocado, rehusó
reconocerlo. Se reunió una gran multitud de personas para escuchar la
discusión. Después de aproximadamente una hora, se cansaron de su arrogancia y
le dijeron que se callase. El predicador los denunció acaloradamente como
“pecadores”. Ante esto, uno de los hombres que estaba entre la muchedumbre
pidió que levantasen la mano todos los que estuviesen de parte del “americano”
en la discusión. Con la excepción de cuatro o cinco de los más de cien que
estuvieron presentes, todos levantaron la mano.
En Bayamón, un suburbio al oeste de San Juan,
el alcalde rehusó conceder permiso para que se presentasen discursos en la
plaza pública, diciendo que la muchedumbre estropearía las plantas del parque.
Sin embargo, cuando los hermanos se dieron cuenta de que otra organización
estaba usando el parque, decidieron seguir adelante con su serie de discursos.
Cuando distribuían por las calles las invitaciones en las que se anunciaba la
primera conferencia, pasó el alcalde y también fue invitado. Poco después, el
misionero fue citado para que fuera al cuartel de la policía. Allí el alcalde
insistió en que la conferencia no iba a presentarse. Pero cuando partió, el jefe
de policía les dijo a los hermanos que siguieran adelante y que él les
suministraría protección policial. Cuando se estaba colocando el equipo de
sonido, el alcalde le pidió a un policía que arrestase al orador, pero el
policía rehusó, declarando que los Testigos tenían todo el derecho de celebrar
sus conferencias. A la semana siguiente los hermanos se encontraron con que el
suministro eléctrico para el sistema de sonido había sido cortado. No obstante,
llevaban consigo un generador de emergencia y el discurso se presentó sin
contratiempos.
Muchos de los que hoy en día son testigos de
Jehová tuvieron su primer contacto con la verdad por medio de esas conferencias
bíblicas al aire libre.
PRECURSORES NATIVOS
EXPANDEN EL TESTIMONIO
El celoso ejemplo dado por los misioneros
sirvió de ánimo para que los Testigos nativos emprendiesen el servicio de
tiempo completo. Uno de los primeros que llegó a ser precursor fue Teódulo
Otero (normalmente llamado Teo), un hermano de casi treinta años. Había
aprendido la verdad leyendo el libro Hijos y con la ayuda de un estudio
bíblico conducido en un hogar al otro lado de la misma calle donde él vivía y
trabajaba. Rápidamente captó las enseñanzas de la Biblia, se bautizó en la
primera asamblea celebrada en Puerto Rico en 1945 y fue uno de los felices
asistentes a la asamblea internacional de los testigos de Jehová en Cleveland,
Ohio, en 1946. Más adelante, en ese mismo año, fue nombrado precursor
“general”. Como no tenía responsabilidades de familia que pudieran limitar los lugares
en los que podía servir, fue asignado a Cayey, situada en un verde valle en lo
alto de las montañas al sur de San Juan. Unos diez años antes, Ramón López
Núñez, un barbero de Cayey, había obtenido alguna literatura de Marie Hawkins y
luego había roto sus lazos con la religión falsa. Cuando bajó de la montaña
para asistir a una asamblea en San Juan, en 1946, los hermanos se alegraron
mucho de saber que había en Cayey una persona interesada en la verdad. De modo
que Teódulo Otero fue enviado para ayudarle. Juntos trabajaron de casa en casa
y pronto se formó otra congregación.
Mientras tanto, en Arecibo, Santiago
Rodríguez (padre) había llegado a ser precursor. Tenía que atender a su esposa
y a diez hijos, de modo que para hacer el precursorado necesitaba una
planificación cuidadosa. No obstante, su pequeña pensión le ayudó a tener
suficientes ingresos para vivir. No estando contento con predicar únicamente en
Arecibo, salió, al igual que el apóstol Pablo, a otros campos. Este hermano,
alto y enérgico, fue visto predicando en Barceloneta, Manatí, Hatillo, Camuy,
Quebradillas, Lares y Utuado. Para llegar a estos lugares viajaba entre 24 y 32
Km. (15 y 22 millas) por serpenteantes carreteras de montaña.
El hermano Rodríguez tenía cincuenta y dos
años cuando comenzó a servir de precursor regular y siguió participando en ese
servicio de tiempo completo hasta poco antes de su muerte en 1977, a la edad de
ochenta y tres años. Los residentes de esa zona llegaron a acostumbrarse a
verle andar apresuradamente por la carretera mientras iba de casa en casa.
Trabajar en el servicio del campo con Chago (así le llamaban) era una
experiencia fortificante. Uno casi tenía que trotar para mantenerse al paso con
él. Sus ademanes y expresiones faciales evidenciaban que ponía toda su alma en
su trabajo. No tenía temor al hombre, predicaba a cualquier persona y en
cualquier lugar.
LA VERDAD DEL REINO
LLEGA A LAS ISLAS VÍRGENES NORTEAMERICANAS
Las Islas Vírgenes están ubicadas
directamente al este de Puerto Rico. Santo Tomás, San Juan y Santa Cruz fueron
compradas a Dinamarca por los Estados Unidos en 1917. En tiempos pasados su
agricultura era bastante importante y normalmente se utilizaba a esclavos para
trabajar en los campos. El paisaje aún se ve salpicado con ruinas de viejas haciendas
que consistían en una casa grande en el centro rodeada por cabañas de adobe
utilizadas para alojar a los esclavos. Sigue habiendo lugares designados por
los nombres de aquellas haciendas, tales como “Hacienda Carlton” o “Hacienda
Richmond”. Pero ya no hay industria azucarera; el trapiche (molino para caña de
azúcar) ya no muele. Ahora el turismo se ha convertido en una de las
principales fuentes de ingresos.
En enero de 1947 la Sociedad asignó a estas
islas al hermano Theophilus Klein y su esposa, un matrimonio de misioneros,
para que iniciaran la obra de predicar el Reino. El recibimiento fue asombroso.
Durante los cuatro primeros meses obtuvieron 750 suscripciones a las revistas
de la Sociedad. Las personas de la localidad pronto empezaron a participar en
la obra de predicar. De hecho, durante los primeros ocho meses hubo 29
publicadores que empezaron a predicar las buenas nuevas, no solo de casa en
casa sino también mediante la obra de las revistas por las calles. Los sábados
por la mañana la calle principal de Santo Tomás solía estar llena de
publicadores que presentaban La Atalaya y ¡Despertad!
Una escritora que por entonces trabajaba para
la revista Life describió de la siguiente manera su impresión: “Entre
las cosas que nos llamaron la atención cuando anduvimos por primera vez por las
calles de Santo Tomás fue la cantidad de hombres y mujeres que había de pie en
las esquinas con una bolsa de lona sobre la que estaba escrito: THE
WATCHTOWER. [...] El que más hablaba, un hombre de unos cuarenta y cinco
años, bien vestido y de apariencia próspera, se había dirigido a mí una vez
mientras yo estaba en la cubierta del [barco] Love Junk, preguntándome
si disponía de unos minutos para hablar. Pero estaba muy ocupada, ya que tenía
comida en el fuego, y le despedí; por lo tanto no llegué a saber nada de la
Watchtower.
”Fue con cierta sorpresa que reconocí a este
caballero, inmaculado como de costumbre, con su traje blanco, camisa de cuello
almidonado y corbata, en cuclillas junto al motor con Harry. [...] Según pasaba
el tiempo y al ver que el hombre no se marchaba empecé a preguntarme qué le
estaba sucediendo a mi esposo, un buen presbiteriano. Si estaba siendo
convertido, ¿a qué se convertía? Quizás todo esto acabaría en un bautismo por
inmersión; ciertamente estábamos en el lugar idóneo para ello. [...] Pero lejos
de la oratoria sobre condenación en el infierno que yo había esperado, las
palabras que emanaban del hombre de la Watchtower eran expresadas de una manera
tan suave que no pude descifrar lo que estaba diciendo. Sus movimientos eran
aún menos reveladores. [...] ‘Pero ¿qué estará haciendo él ahí dentro,
John-Thomas?’, pregunté [...]. ‘¿Estará convirtiendo al señor Harman?’ [...]
‘No lo creo. [...] El hombre de la Watchtower sostiene en su mano una llave
inglesa, parece que está ayudando al jefe.’ [...] Lo vi todo claro. El hombre
de la Watchtower no solo era un misionero, también era un buen sicólogo. En
aquel momento en particular, no había camino más directo para llegar al alma de
Harry que a través del motor de su barco.
”Finalmente el hombre de la Watchtower salió.
[...] Me faltó tiempo para entrar en la sala de máquinas y hablar con Harry.
‘Una persona agradable’, comentó él. ‘Se ofreció para venir y considerar la
Biblia conmigo una vez a la semana.’ ‘¿Quién es?’, pregunté. ‘Es un testigo de
Jehová’, dijo Harry. ‘Ciertamente admiro su dedicación. [...] Tenía que hacer
algo por él a cambio; no acepta contribuciones.’ ‘Harry, ¿qué dijiste que
harías por él?’, pregunté. ‘Nada, acepté una suscripción por un año a la
revista ¡Despertad!’”
LIBERTADA DE LA
ESCLAVITUD A UN MAL HÁBITO
Un grupo de misioneros que llegaron a finales
del año 1946 fueron asignados a Ponce, en la costa sur, por entonces la segunda
ciudad más grande de Puerto Rico. El territorio era fructífero, y en menos de
un año se formó una congregación.
En 1948 empezó a estudiar allí una señora de
cabello blanco llamada Susana Mangual. Después de estudiar por unos cuantos
meses se enteró de que se iba a celebrar una asamblea en San Juan. Aunque antes
de empezar a estudiar la verdad no solía salir de casa, decidió asistir.
También quería bautizarse, pero tenía un serio problema. Era una fumadora
empedernida, y sabía que primero tenía que dejar ese hábito inmundo. (2 Cor.
7:1.) ¿Podría librarse de esa esclavitud? Camino a la asamblea tomó una firme
decisión y, confiando en la ayuda de Jehová, se apegó a ella. Siempre había
tosido mucho debido al tabaco. Pero a partir de entonces su salud mejoró
grandemente. Llegó a ser precursora regular y continuó en ese servicio hasta la
edad de ochenta y seis años.
Susana predicaba en cualquier parte y por
todo rincón. Nunca se acostumbró a limitarse a una sola localidad o a la
tarjeta del territorio, pero uno podía ver a esa entrañable mujer de pelo
blanco hablar de las buenas nuevas dondequiera que su corazón la impelía a
hacerlo. No solo llegó a ser una figura familiar en Ponce, también viajó a
otros pueblos para predicar. En dos de esos pueblos, Guayanilla y Peñuelas,
ahora hay congregaciones florecientes.
MILITARES APRENDEN LA
VERDAD
El mensaje del Reino estaba llegando al
corazón de todo tipo de hombres. En 1947, Miguel Quirós, un soldado apostado en
el campamento del ejército en Cayey, obtuvo un ejemplar de la revista ¡Despertad!
y pidió más información a la Sociedad. Recibió el libro “La verdad os hará
libres” y lo mostró a otro soldado: Pedro Hernández. Dándose cuenta de que
esto era la verdad, compartieron lo que aprendían con Samuel Delucca, quien
también era soldado, y los tres estudiaron juntos.
Al poco tiempo descubrieron que en Cayey
había un barbero que era testigo de Jehová. De modo que se pusieron en contacto
con Ramón López y, por medio de él, contactaron con Teo Otero, que servía de
precursor en esa zona. Inmediatamente empezaron a asistir a las reuniones y,
vestidos de civiles, fueron de casa en casa predicando el mensaje del Reino.
No obstante, pronto se dieron cuenta de que
si pensaban vivir en armonía con la Palabra de Dios, no debían ‘ser parte del
mundo’ en el sentido pleno de la expresión. (Juan 17:16; Miq. 4:1-3.) Debido a
que rehusaron participar en ciertas actividades del ejército, fueron
sentenciados a seis meses de prisión. Se les confinó en una prisión militar en
Fort Buchanan, cerca de San Juan. ¿Cambió esto su intención de servir a Jehová?
En absoluto. Siguieron estudiando la Biblia en prisión. Otros once prisioneros
también se interesaron y juntos hicieron un buen estudio, es decir, hasta que
el capellán del ejército se enteró de ello.
Un día un coronel del ejército vino a la prisión
y, por supuesto, los prisioneros le saludaron, excepto los tres hermanos. Se
puso furioso y entró en la oficina para hablar con el que estaba al cargo de la
prisión. “¿Y qué quiere usted que yo haga?”, respondió el encargado. “Estos
hombres ya están en la cárcel por haberse negado cuando estaban afuera a
saludar oficiales. ¿Quiere usted que excave un hoyo profundo debajo de la
prisión y los encierre aún más abajo?”
Después de cumplir su sentencia, los hermanos
fueron absueltos de servir en el ejército, y cada uno fue a su propia ciudad
para emprender la obra de predicar.
LLEVÓ LA VERDAD A SU
CASA EN LA ISLA DE SAN JUAN
Edmead George también estaba sirviendo en el
ejército cuando llegó a estar en contacto con los testigos de Jehová en los
Estados Unidos. Avivado su apetito, se comunicó con la sucursal cuando fue
trasladado a Puerto Rico. Los estudios regulares de la Biblia fortalecieron su
fe.
Una vez licenciado del servicio militar
volvió a su hogar en San Juan, en las Islas Vírgenes, llevando consigo el amor
por las verdades bíblicas. Allí vivía en una pequeña aldea conocida como East
End (“Extremo Oriental”), un nombre que le encajaba muy bien porque
precisamente estaba en el extremo oriental de la isla. Compartió vehementemente
con sus amigos y vecinos las cosas buenas que había aprendido. Su predicación
fue fortalecida en 1949 cuando la goleta Sibia de la Sociedad visitó San
Juan con cuatro misioneros a bordo. La tripulación estaba compuesta por: Gust
Maki, Arthur Worsley, Stanley Carter y Ronald Parkin, quienes recibieron la
asignación de esparcir el mensaje del Reino por las Antillas Menores. ¡Qué
bienvenida tan calurosa recibieron cuando atracaron en East End! Durante su
estadía, los 1.000 habitantes de San Juan recibieron un testimonio cabal.
EL CLERO PROTESTANTE
INCITA LA OPOSICIÓN
Durante 1949 fueron asignados cuatro
misioneros a Mayagüez, ciudad conocida como la Sultana del Oeste. En
poco tiempo se empezaron a celebrar reuniones en la habitación delantera de la
pequeña casa misional, y al año siguiente se formó una congregación.
Esta actividad no pasó inadvertida para el
clero. Peggy Maykut (ahora esposa del hermano Arthur Van Daalen) empezó a
estudiar con Lolita Merle, la cual era considerada una columna dentro de la
iglesia presbiteriana. Esta mujer mostró tanto interés que fue con los
misioneros desde Mayagüez hasta Santo Tomás para asistir a una asamblea. Al
regresar a su hogar empezó a sentir el calor de la persecución. El ministro la
visitó para disuadirla de asociarse con los Testigos. Después de una larga
discusión, ella quedó en que el ministro volviese otro día para discutir la
doctrina de la Trinidad con el misionero que le estaba conduciendo el estudio
bíblico. El clérigo nunca se presentó. En su lugar, recibió una carta
notificándole que compareciese ante el comité de la iglesia. Su respuesta fue
una carta de renuncia. Aunque actualmente ha perdido la vista y tiene más de
noventa años, todavía es una sierva activa de Jehová.
Después que la hermana Merle dejó la iglesia
presbiteriana, se desarrolló una considerable oposición por parte de ese grupo
religioso. Las iglesias protestantes habían llegado al acuerdo de dividir la
isla entre sí. De modo que los ministros acusaron a los Testigos de invadir sus
pastos y quitarles sus “ovejas”. “¿Por qué no van a los ‘incrédulos’, a los que
no tienen ninguna religión?”, insistían. En su preocupación por salvaguardar lo
que ellos consideraban como su dominio particular, rechazaban el hecho de que
los que verdaderamente son “ovejas” pertenecen al Señor Jesucristo, y no a
ninguna denominación religiosa de la cristiandad. (Mat. 25:31-33; Juan 10:16.)
A pesar de tal oposición, la congregación de
Mayagüez continuó creciendo. Para el año 1955 los misioneros fueron trasladados
a otras asignaciones, y los publicadores locales extendieron su actividad de
testificación a otros pueblos de la zona. Actualmente hay ocho congregaciones
en Mayagüez mismo, y muchas más en comunidades cercanas.
UN EX BOXEADOR SE
CONVIERTE EN CELOSO LUCHADOR POR LA FE
Para 1950 la congregación de Ponce tenía unos
setenta publicadores. Los misioneros habían trasladado el hogar misional y
también el Salón del Reino a la tercera planta de un edificio en el centro de
la ciudad.
Durante este año Francisco Torruellas
(conocido como Paco) y su esposa Leonor empezaron a estudiar la Biblia con
Lillian Kammerud. Paco había sido boxeador y jugador de béisbol profesional, y
por entonces se dedicaba a la reparación de automóviles. Toda la familia
participaba en el estudio. Al principio su progreso fue lento, pero la familia
decidió asistir al último día de una pequeña asamblea de circuito que se
celebró en abril de 1950 en Mayagüez. Quedó tan impresionado por la asamblea y
la asociación, que hasta ofreció su automóvil para transportar a los que se
iban a bautizar al lugar de inmersión en la playa.
Esta asamblea le infundió celo por el
servicio de Jehová, hasta el grado de predicar él solo cuando los hermanos no
iban a buscarle. Testificó a sus amigos, vecinos y empleados, y condujo muchos
estudios bíblicos. La asistencia combinada de tres de sus estudios era de 35
personas, 14 de las cuales empezaron a declarar las buenas nuevas. En julio de
ese año se quiso bautizar, ya que no deseaba esperar a la asamblea de circuito
que se celebraría en octubre. De modo que se organizó un bautismo especial para
10 personas, la mayor parte de las cuales eran su propia familia y aquellos a
quienes él había estado conduciendo estudios bíblicos. Ha resultado ser un
hombre celoso por la verdad, sirviendo como “siervo de congregación”,
superintendente de ciudad en Ponce y superintendente de asamblea para el
circuito. Desde que se retiró de su trabajo seglar también sirve de precursor
regular.
DESEOSOS DE HACER
TODO LO POSIBLE
Una ciudad que no tenía un hogar misional era
Jayuya, una pequeña comunidad en lo alto de las montañas, en el centro de la
isla. No obstante, la verdad también llegó a este remoto lugar. ¿Cómo? Mediante
Aurea Cortés, quien había aprendido la verdad en la República Dominicana. Al
regresar a Jayuya, su ciudad natal, hizo todo lo posible por compartir la
verdad de la Biblia con otros. Habló a sus amigos y parientes que vivían en el
campo, no lejos del pueblo. Entre esas personas estuvo la numerosa familia
Pierluissi. Los hijos fueron de los que más interés mostraron. Pronto se
organizaron reuniones en el hogar y uno de los hijos, Joaquín, las conducía.
Junto con su primo Ángel, Joaquín empezó a participar en el servicio del campo.
Según los publicadores se iban trasladando a
nuevas zonas, otros pueblos también recibían el testimonio. Dos de los primeros
Testigos de Arecibo, Alfonso López y su esposa, estuvieron entre estos. Se
trasladaron a Las Marías, un pequeño pueblo en las montañas, al este de
Mayagüez. Su hogar estaba a unos 3 Km. (2 millas) del pueblo y a
aproximadamente 1 Km. (media milla) de distancia de la carretera por un camino
que a veces estaba lleno de barro. El único medio de transporte era a pie o en
“carros públicos” (automóviles para transporte público). Eran un matrimonio de
edad pero hicieron lo que pudieron por esparcir las buenas nuevas. Sembraron
mucha semilla y alguna de ella con el tiempo dio fruto. Más adelante fueron
asignados a esa zona precursores especiales, y ahora hay una congregación de
unos cincuenta publicadores. Entre ellos está Jaime Custodio, ex miembro
prominente de la iglesia evangélica, así como el ex alcalde y su familia, todos
los cuales recibieron testimonio del hermano López. La hermana López, ya muy
avanzada en años, aún hace cuanto puede en el servicio de Jehová.
LUGARES DONDE EL
PROGRESO FUE LENTO AL PRINCIPIO
Cuando los misioneros fueron asignados a
Caguas en 1949, trabajaron diligentemente y pronto estuvieron celebrando
reuniones en la habitación delantera de su hogar misional. Sin embargo, el
progreso fue lento al principio. El corazón de muchos de los primeros que se
asociaron con ellos no resultó ser la clase apropiada de terreno, de modo que
después de un tiempo dejaron de servir a Jehová. Sin embargo, otras semillas
arraigaron y produjeron mucho fruto.
Por ejemplo, cuando Dolores Vázquez conoció
la verdad, ella y su hija mayor, Carmen, estudiaron regularmente. A veces sus
tres hijos mayores también se sentaban para el estudio. Dolores progresó bien y
al poco tiempo empezó a asistir a las reuniones. Quería que la aprobación de
Jehová no solo fuese para ella sino también para toda su familia. Con el
transcurso de los años, casi todos sus hijos e hijas, así como las familias de
estos, han abrazado el privilegio de servir al único Dios verdadero. Hay más de
treinta personas entre sus hijos, hijas y nietos que ya son siervos dedicados
de Jehová o participan en la predicación de las buenas nuevas. Dos de sus hijos
y uno de sus nietos sirven actualmente como ancianos.
Los misioneros siguieron trabajando en Caguas
por muchos años, y con mucha paciencia la congregación empezó a crecer. Ahora
hay 13 congregaciones en Caguas, y se han formado otras en pueblos vecinos.
En Bayamón al oeste de San Juan, pasaron
varios años antes de que la expansión realmente se hiciera sentir. Es cierto
que 9 publicadores informaron durante el primer año de actividad misional en
esa zona conocida por sus ranchos ganaderos. A los cuatro años, el total había
ascendido a 66. Pero el año siguiente bajó a 31. Luego la ciudad empezó a
crecer a medida que se fueron urbanizando más zonas y edificando nuevas
viviendas. Muchos de los que se trasladaron a estas urbanizaciones estaban
lejos de sus parientes, por consiguiente, los que escuchaban con aprecio el
mensaje del Reino no eran tan proclives a preocuparse por si otros aprobarían
su decisión o no. El pueblo que por entonces tenía 15.000 habitantes se ha
convertido en una ciudad con una población de unos 200.000 habitantes.
Actualmente Bayamón tiene 21 congregaciones y hay muchas más en las ciudades circunvecinas.
SE LLEGA A UN
BALUARTE DEL ESPIRITISMO
La Ciudad de los Brujos también ha tenido la
oportunidad de oír el mensaje del Reino. En Guayama, en la costa sur, el
espiritismo tiene fuertemente agarrada a la gente. Algunos hombres de negocio
prominentes y líderes municipales son espiritistas.
Un misionero llamado George Snodgrass conoció
al presidente del movimiento espiritista de esa zona, y fue invitado a
presentar el punto de vista bíblico sobre el espiritismo a los miembros de
dicho movimiento en el templo espiritista. Como George solo tenía un
conocimiento limitado del idioma español, invitó a Ivan Truman, un misionero
que servía en Caguas, para que presentase el discurso. Durante el programa hubo
un momento en que uno de los miembros del movimiento espiritista se excitó
mucho, empezó a interrumpir al orador y objetó fuertemente contra las
declaraciones que se hacían. No obstante, el que estaba a cargo de la reunión
lo tranquilizó y el hermano Truman pudo terminar su discurso. Se dio un buen
testimonio.
Lentamente, la congregación de los testigos
de Jehová en Guayama empezó a crecer. Un hermano de edad avanzada, Pablo
Bruzaud, quien había aprendido la verdad en la República Dominicana, regresó a
su ciudad natal y allí sirvió como precursor durante muchos años, hasta su
muerte. Cierto tiempo después, Randy Morales, quien había aprendido la verdad
en Nueva York, también regresó a Guayama y se hizo precursor. Con el tiempo
asistió a la Escuela de Galaad y actualmente sirve como miembro del Comité de la
sucursal en Puerto Rico.
LA RADIO AYUDA A
ESPARCIR LAS BUENAS NUEVAS
La radio ha sido usada extensamente en Puerto
Rico para predicar el mensaje del Reino. A menudo se radiaban discursos
públicos presentados en asambleas para que toda la isla pudiera oír el mensaje
de la Biblia si quería hacerlo.
En una ocasión hubo 16 estaciones de radio
transmitiendo el mensaje del Reino. Esto ha ayudado a las personas,
especialmente en las zonas rurales, a aprender la verdad. Cuando los Testigos
empezaron a penetrar en las zonas aisladas, las personas eran receptivas al
mensaje porque lo habían escuchado en la radio. No obstante, debido al
aumentante coste de sus servicios, casi todas las estaciones de radio empezaron
a solicitar programas pagados, de modo que escogimos utilizar nuestros propios
medios para llegar a la gente de una manera más personal.
UN TRÁGICO ACCIDENTE
Leo y Eunice Van Daalen, dos de los primeros
misioneros de Puerto Rico, planearon visitar a sus parientes en los Estados
Unidos justo después de la Conmemoración del año 1952. Este sería su primer
viaje para su hijo Mark, quien tenía unos dos años. Sin embargo, casi tan
pronto como el avión despegó del aeropuerto de Isla Grande, empezó a
experimentar dificultades. Minutos después se estrelló en el océano Atlántico,
a unos 8 Km. (5 millas) de la costa. Tanto Leo como Eunice perdieron la vida.
Se informa que Eunice se hundió después de dar su salvavidas a una mujer que no
sabía nadar. Sorprendentemente, su hijo de dos años fue encontrado flotando
sobre la superficie del agua y le salvaron. Posteriormente fue adoptado por su
tía en los Estados Unidos y sigue siendo un fiel Testigo hasta el día de hoy.
El matrimonio Van Daalen era muy conocido en
Puerto Rico, de modo que los periódicos locales dieron mucha publicidad a lo
que les había sucedido. Esto abrió el camino para hablar a muchas personas en
cuanto a la esperanza bíblica de la resurrección que el matrimonio Van Daalen
abrigaba.
INTENSA OPOSICIÓN EN
COROZAL
En varios lugares había intensa oposición a
la actividad de los testigos de Jehová, pero no detuvieron su obra. Corozal, un
pueblo ubicado en las montañas, al sudoeste de San Juan, fue uno de esos
lugares.
Antes de que Rosaura Fuentes aprendiera lo
que la Biblia dice en cuanto a la adoración de imágenes, había dado permiso a
un grupo católico para que trajese una imagen de la Virgen a su hogar con
motivo de la adoración a María. Pero al aprender cómo ve Dios esta práctica,
escribió a dicho grupo para decirles que no trajesen la imagen. (1 Cor. 10:14.)
Cuando esto llegó a oídos del sacerdote, fue a verla inmediatamente para
disuadirla de seguir estudiando la Biblia con los Testigos. Entonces, con el
fin de intimidarla, colocó un altavoz sobre una casa cercana y valiéndose de él
habló contra los Testigos y denunció a esta señora. En lugar de rendirse, ella
continuó aumentando su conocimiento acerca de Dios. Poco después, Soledad
González, una precursora especial, la visitó para fortalecerla y salir con ella
al servicio del campo.
Entonces se tomó la decisión de presentar una
serie de conferencias bíblicas en la plaza pública de Corozal, justo al lado de
la iglesia. Esto verdaderamente enfureció al sacerdote, quien salió de la
iglesia, se acercó al orador y le amenazó con el puño. A la semana siguiente el
sacerdote decidió dar su propia conferencia y, con el altavoz a todo volumen,
empezó a denunciar a los hermanos en un esfuerzo por ahogar la voz del orador
que estaba pronunciando la conferencia en la plaza. Todo esto solo sirvió para
fortalecer a nuestra nueva hermana. Aunque generalmente las personas de esta
ciudad eran temerosas, algunas empezaron a escuchar; entre ellas estuvo una
familia de la que, con el tiempo, dos hijas emprendieron el servicio de
precursorado especial. Hoy en día hay un Salón del Reino en Corozal desde donde
efectúan su ministerio dos congregaciones.
LA GENTE PUDO VER LA
DIFERENCIA
En 1952 había 19 congregaciones en la isla y
otras más tendrían que salir. Las elecciones generales celebradas para escoger
un gobernador contribuyeron en cierto sentido a la expansión en aquel tiempo.
¿Cómo? Fue una ardiente campaña en la que la iglesia católica romana participó
abiertamente, llegando a formar más tarde un partido separado llamado el PAC
(Partido Acción Cristiana). Dos obispos se declararon a favor de uno de los
candidatos y se opusieron al Partido Popular Democrático, que era entonces el
partido dirigente.
Muchos católicos sinceros objetaron
fuertemente a esta intromisión de la religión en la política y apoyaron al
Partido Popular Democrático, el cual ganó por una abrumadora mayoría. Debido a
lo que ocurrió durante esa campaña electoral, bastantes católicos sinceros
dejaron la Iglesia. Algunos escucharon la verdad y llegaron a ser siervos de
Jehová. Pudieron ver la diferencia entre los que realmente están separados del
mundo, como Jesús dijo que harían sus seguidores, y los que no lo están. (Juan
17:16.) Otros que anteriormente habían mostrado antipatía a los Testigos
desarrollaron una actitud más receptiva.
LA GOLETA SIBIA LLEGA
A TÓRTOLA
En septiembre de 1952 la sucursal de Puerto
Rico empezó a superentender la predicación del Reino en las Islas Vírgenes
Británicas, las cuales están al nordeste de las Islas Vírgenes Norteamericanas.
Las Islas Vírgenes Británicas comprenden unas treinta islas e islotes, pero
solo las más grandes están habitadas: Tórtola, con una población de unas nueve
mil personas; Virgen Gorda, unas mil personas, y las islas Jost Van Dyke,
Anegada, Pedro y Sal con unos cuantos cientos de habitantes. Estas forman una
colonia británica con un gobernador nombrado por la Corona, pero la mayor parte
de su comercio y comunicaciones se realizan con los Estados Unidos.
Muchos años antes de la segunda guerra
mundial se había efectuado cierta predicación en Tórtola. No obstante, el gobierno
británico proscribió la literatura de la Sociedad durante la guerra. Después,
en 1949, la goleta misional Sibia llegó a Road Town, en Tórtola. Los
cuatro hermanos de esta goleta predicaron a la gente durante unos dos meses.
Dejaban el barco por la mañana temprano y solían predicar unas diez horas antes
de regresar. Por las noches daban conferencias públicas en la ciudad, a veces
todas las noches. Normalmente estas se celebraban al aire libre, bajo un árbol,
con una lámpara de gas para alumbrar. A veces se utilizaba un estrado para
orquesta. Asistían cientos de personas y la sesión de preguntas que había a
continuación solía durar más que el discurso en sí.
La goleta Sibia hizo dos visitas más a
Tórtola, en 1950 y en 1951. Naturalmente, el clero estaba furioso e intentó
provocar discusiones. De hecho, un predicador adventista del séptimo día se
enfureció tanto cuando el hermano Parkin no discutió con él, que literalmente
saltó sobre el hermano Parkin, cuando este estaba de espaldas, e intentó
arrastrarlo por la fuerza para que continuase la discusión. Nuestros hermanos
sabiamente evitaban tales debates.
AYUDA MISIONAL
PROCEDENTE DE LA REPÚBLICA DOMINICANA
Cuando la severa persecución hizo que los
cristianos del primer siglo fuesen dispersados de Jerusalén a otras zonas, el
resultado fue que las buenas nuevas se esparcieron. (Hech. 8:1, 4.) De manera
similar, cuando la República Dominicana proscribió la obra de los testigos de
Jehová y deportó a los misioneros, esto contribuyó a la expansión en el campo puertorriqueño.
El 3 de agosto de 1957 llegaron al aeropuerto
de Isla Verde, en San Juan, diez de estos misioneros. Eran cuatro matrimonios y
dos hermanas solteras: Lennart y Virginia Johnson, Raymond y Rhudelle Johnson,
George y Nellie Droge, Roy y Juanita Brandt, Kathryn Glass y Dorothy Lawrence.
Rápidamente fueron asignados a diversas ciudades de la isla y se abrieron
nuevas casas misionales.
Uno de estos misioneros, Raymond Johnson,
estuvo en Caguas, su nueva asignación, por muy poco tiempo. Una mañana estaba
haciendo su última visita de casa en casa con su esposa, y acababa de colocar
el libro “Sea Dios veraz” cuando, al sentarse en una silla, le sobrevino
un ataque al corazón y murió. Tal como él había dado un fiel testimonio durante
su vida, se dio un buen testimonio en la ceremonia funeral con motivo de su
muerte, a la que asistieron 192 personas.
SALEN PARA LA
ASAMBLEA INTERNACIONAL “VOLUNTAD DIVINA”
En el año 1958 hubo mucha actividad en Puerto
Rico. Fue una fuente de especial felicidad para los hermanos el que tres
precursores de Puerto Rico tuviesen la oportunidad de asistir a la escuela
misional de Galaad. Su clase fue la que se graduó durante la Asamblea
Internacional “Voluntad Divina” celebrada en el Estadio Yankee de Nueva York.
Pero ellos no fueron los únicos que, procedentes de esta parte del mundo,
estuvieron presentes en dicha asamblea.
Unos cuatrocientos hermanos de Puerto Rico y
de las Islas Vírgenes viajaron a Nueva York para asistir a esta asamblea
histórica, lo cual representó aproximadamente una quinta parte de todos los
publicadores que había en la isla en aquel tiempo. Fue necesario utilizar
varios vuelos charter. A su regreso, todos estaban llenos de entusiasmo y
ansiosos de desempeñar su papel en la obra de predicar.
Puerto Rico tuvo su propia asamblea “Voluntad
Divina” en Caguas en el mes de septiembre, una asamblea de seis días que
esencialmente tuvo el mismo programa que fue presentado en Nueva York. Todos
los publicadores estuvieron muy ocupados distribuyendo la resolución especial que
fue adoptada en la asamblea. Aquella resolución contenía una declaración
concisa de las verdades que las personas de todas partes necesitan saber. En
total, se distribuyeron por todo Puerto Rico unos doscientos mil ejemplares de
dicha resolución.
SANTA CRUZ TOMA PARTE
EN ALABAR A JEHOVÁ
La mayor de las Islas Vírgenes es Santa Cruz,
a unos 64 Km. (40 millas) al sur del núcleo del archipiélago. Cuando Edwin Bobb
y su esposa fueron allí para dar a conocer el mensaje del Reino, algunas
personas respondieron con aprecio, y en 1949 se formó la primera congregación
de los testigos de Jehová. Más tarde, Ted Klein y su esposa participaron en
seguir edificando sobre aquel fundamento. Otros hermanos de los Estados Unidos
vinieron para cooperar en la obra. Como resultado, actualmente hay en Santa
Cruz cuatro congregaciones, dos inglesas y dos españolas, que alaban unidamente
a Jehová.
CAMBIOS EN UNA
ORGANIZACIÓN CRECIENTE
La organización estaba establecida firmemente
para finales de la década de 1950. Los misioneros eran muy queridos y se
apreciaba mucho su labor. Pero había llegado el tiempo de trasladar de Puerto
Rico a otros campos a muchos de ellos para el beneficio de otros. Por
consiguiente, algunos fueron asignados a Argentina. Otros fueron enviados a la
República Dominicana, ya que había sido levantada la proscripción y aún quedaba
allí mucho trabajo por hacer.
También se produjeron cambios en la
organización de la sucursal. Donald Elder había sido el auxiliar del
superintendente de la sucursal, pero en abril de 1960, debido a la precaria
salud de su esposa, tuvieron que partir, y fue reemplazado por Ronald Parkin.
Cuando el hermano Parkin asistió al curso especial de 10 meses de Galaad en
1962, Lennart Johnson fue llevado a la sucursal para ayudar a Emil Van Daalen,
quien había estado a cargo de la superintendencia de la obra durante los
últimos ocho años. Cuando Emil asistió al curso especial de Galaad en 1963 fue
asignado a las Bahamas, y al hermano Parkin se le confió la responsabilidad de
la sucursal de Puerto Rico.
TRANSFUSIONES DE
SANGRE POR ORDEN JUDICIAL
La fe de muchos testigos de Jehová en Puerto
Rico ha sido sometida a prueba por prestar atención al mandato bíblico de
‘abstenerse de sangre’. (Hech. 15:28, 29.) La mayoría se ha mantenido firme en
su determinación de obedecer el mandato de Jehová. Unos cuantos han cedido. A
muchos se les ha introducido sangre a la fuerza por orden judicial. ¿Cómo ha
sido esto? El doctor o un pariente va al juez y obtiene una orden para que se
le transfunda sangre al paciente a pesar de sus objeciones o de las objeciones
de las personas responsables de él. Esto se ha hecho pese a que el paciente
había firmado una declaración solicitando que no se utilizase sangre y
exonerando al hospital y a los doctores de toda responsabilidad en el caso de
que surgiesen complicaciones debido a su negativa.
Esta fue la situación a la que se enfrentó
Ana Paz de Rosario. En 1961, durante su embarazo, su doctor le dijo que
necesitaba una operación o tanto ella como su bebé muy probablemente morirían.
Fue llevada al hospital y estaba esperando ser operada cuando el doctor se puso
furioso porque rehusó una transfusión de sangre. Inmediatamente llamaron al Professional
Building (Edificio Professional) para contactar con el doctor
Basilio Dávila. Él concordó en hacerse cargo del caso. Aunque su recuento
sanguíneo era muy bajo, la operación fue un éxito. No obstante, el bebé murió
después.
Nuestra hermana ya estaba en casa cuando
surgieron nuevas complicaciones. Tuvo que regresar al hospital. Su prima
decidió que ella necesitaba sangre, de modo que por medio de un abogado, se
dirigió a un juez. Sin consultar al doctor que estaba al cargo del caso, el
juez emitió una orden judicial para que se administrara una transfusión de
sangre y hasta envió a un policía para asegurarse de que la orden se llevase a
cabo. No obstante, se solicitó otra orden judicial para contrarrestar la
primera orden del juez, aunque esa acción legal no fue necesaria porque, según
el doctor, no se necesitaba sangre. Ella se recuperó bien.
Quince años más tarde, en 1976, Ana Paz
enfermó y fue al hospital para ser examinada. Se descubrió que se le había
desarrollado gangrena en el colon y la sección infectada tenía que ser
extirpada. El doctor concordó en operar sin utilizar transfusiones de sangre.
La operación se llevo a cabo y ella se estaba recuperando, aunque su condición
todavía era crítica.
Pero la misma pariente que obtuvo la orden
judicial quince años antes, se enteró de su enfermedad, e inmediatamente se
propuso, como la vez anterior, obligarla a aceptar sangre. De nuevo se contactó
al juez y se emitió una orden judicial sin consultar al doctor. Cuando el
doctor declaró que él ya había realizado la operación y que no había ninguna
necesidad de transfusión, se emitió una orden de arresto contra él. Aunque él
explicó la razón por la que no había administrado sangre, se dictaminó otra
orden judicial para que el hospital administrase sangre a la paciente en contra
de su voluntad. Para llevar a cabo esta orden se enviaron cinco policías
armados al hospital. Cuando la hermana Rosario vio a los hombres, gritó: “¡No
me hagan esto! ¡No soy una delincuente!”. Pero rápidamente la sujetaron. La
amarraron de manos y pies a la cama y le pusieron a la fuerza la transfusión de
sangre, llegando hasta el extremo de hacerle una incisión en el cuello para
encontrar la vena yugular y así introducirle la sangre a la fuerza, pues no
pudieron inyectársela en el brazo. Como consecuencia entró en estado de choque
y ya no volvió en sí.
Detalles sobre este vil acto contra la
libertad de conciencia y la dignidad humana se publicaron en la revista ¡Despertad!
del 22 de mayo de 1977. Ejemplares de esta revista se presentaron personalmente
a todos los doctores, enfermeras, abogados y jueces de Puerto Rico, y esa
edición se distribuyó extensamente por toda la isla.
Hay pocos doctores aquí que concuerden en
operar sin sangre. La oficina sucursal tiene una lista, y si los hermanos piden
ayuda relacionada con esto, les remite a dichos doctores. No obstante, todavía
se informan casos, a menudo en la prensa, en los que se han administrado
transfusiones de sangre por orden judicial a pesar de las objeciones del
paciente. Muchos de estos casos tienen que ver con menores —los cuales, desde
el punto de vista de muchos doctores y jueces no tienen autoridad sobre su
propio cuerpo—, y una cantidad importante tiene que ver con adultos. En un
intento por enfrentarse a esta situación, muchos Testigos presentan una
declaración jurada antes de entrar en el hospital a fin de que el personal del
hospital respete su deseo de no recibir sangre.
OBSTÁCULOS QUE SE
CONVIRTIERON EN BENDICIONES
En 1963 reinaba una gran excitación porque
muchos hermanos se estaban preparando para asistir a otra asamblea
internacional en el Estadio Yankee de Nueva York. En esta ocasión unos
quinientos pudieron disfrutar de esta magnífica experiencia. Posteriormente,
del 3 al 6 de octubre se presentó la misma información en una asamblea que se
celebró en Ponce.
En realidad, la asamblea tenía que haberse
celebrado una semana antes, pero una poderosa organización de cosecheros de
café había solicitado el terreno de béisbol de Ponce y, por error, se habían
asignado las mismas fechas, tanto a los Testigos como a la Asociación de
Cosecheros de Café. La Administración de Parques y Recreo Públicos pidió a los
Testigos que cambiaran las fechas de su asamblea. Se tuvo que hacer mucho
trabajo para ajustarlo todo y avisar a los hermanos. Curiosamente sin embargo,
la semana de la asamblea de los cosecheros de café pasó un pequeño huracán
cerca de Ponce que dejó las carreteras intransitables. El siguiente fin de
semana hizo un tiempo excelente para nuestra asamblea.
Luego nos enteramos de que el gobernador de
Puerto Rico había programado un partido especial para el jueves por la noche.
Aquello también requirió trabajo adicional por nuestra parte. Nuestra sesión de
la noche tuvo que programarse para el viernes por la mañana. El jueves, después
de la sesión de la tarde, se quitó la plataforma y los hermanos desalojaron el
estadio. Luego, sobre las seis de la tarde, un gran camión chocó contra un
poste de la luz cercano inutilizando el transformador. No hubo electricidad en
el estadio el jueves por la noche, de modo que no se celebró el partido y por
lo tanto tampoco quedaron montones de basura para que nosotros los limpiásemos
después.
SIRVIENDO EN LUGARES
DE MAYOR NECESIDAD
En 1964 informaron 60 congregaciones en
Puerto Rico. Muchas de estas se formaron como resultado de la obra de los
precursores especiales. Durante la década de los sesenta muchos puertorriqueños
nativos, tanto hermanos como hermanas, emprendieron la obra de precursor
especial. Por ser nativos, algunas comunidades los aceptaban mejor que a los
misioneros. Estos precursores especiales fueron asignados a ciudades más pequeñas
donde no se había asignado a ningún misionero, y en algunos casos reemplazaron
a misioneros que fueron asignados a otro lugar. Por consiguiente, surgieron
congregaciones en Isabela, Yauco, Arroyo, Ceiba, Dorado, Corozal, Naranjito y
muchas otras ciudades.
Para edificar estas nuevas congregaciones y
organizar otras, se animó a los publicadores para que se trasladasen de las
ciudades más grandes a lugares donde hubiera más necesidad. Entre los que
aceptaron la invitación estuvieron el hermano Bonifacio Ríos y su esposa,
quienes se trasladaron de San Juan a Aguas Buenas, un lugar en las montañas, al
oeste de Caguas. Trabajando juntos pudieron desarrollar un grupo de Estudio de
Libro; luego se organizó un estudio regular de La Atalaya. Finalmente,
en noviembre de 1963 se formó una congregación.
La hermana Ríos ya era precursora. Con el
tiempo el hermano Ríos también se hizo precursor y los dos llegaron a ser
precursores especiales en la isla de Vieques, al sudeste de Puerto Rico.
Actualmente sirven en la obra de circuito.
Manfredo Vencebí fue otro hermano que quiso
servir donde su ayuda fuese más necesaria. De modo que junto con su esposa y
sus hijos pequeños regresaron de Nueva York, donde habían aprendido la verdad,
y se establecieron en Guayanilla. Aunque tenía una familia que atender, pudo
servir como precursor especial. Después de establecerse una congregación en
Guayanilla, se trasladaron a Guánica para ayudar a fortalecer la congregación
de esa localidad. Cuando sus responsabilidades de familia aumentaron y se le
hizo necesario dejar el servicio de precursor especial, emprendió la obra de
precursor regular en la congregación de Yauco. Después la familia se trasladó a
Canóvanas para edificar aquella congregación. Sus tres hijos varones ya han
crecido. Todos ellos han servido en el Betel de Brooklyn, y uno todavía sirve
allí junto con su esposa. En cuanto a Manfredo, su deseo de servir en lugares
de mayor necesidad permanece firme. Aunque todavía está criando a una hija
adolescente, sirve como superintendente de circuito.
DÓNDE CELEBRAR UNA
ASAMBLEA INTERNACIONAL
Al llegar el año 1966 reinaba un gran
entusiasmo en Puerto Rico y las Islas Vírgenes. ¿Por qué? Porque Puerto Rico
había sido escogido como lugar para una asamblea internacional de la serie que se
celebraría en América Central y América del Sur, y que se presentaría en Puerto
Rico en enero de 1967.
Pero ¿qué instalaciones serían las más
apropiadas? Solo había dos lugares con suficiente espacio. Uno era el nuevo y
espacioso Estadio Municipal Hiram Bithorn. El otro era un estadio muy
deteriorado, el Sixto Escobar. Se empezaron los trámites para la utilización
del Hiram Bithorn. Todo parecía marchar bien hasta que nos dimos cuenta de que
las finales de béisbol se iban a jugar la misma semana de la asamblea. De modo
que entonces fue necesario interesarse en la utilización del estadio más viejo.
Cuando el administrador del estadio se enteró de esto, se opuso. Él creía que
no era apropiado invitar a personas de todo el mundo a un estadio que estaba
hecho una ruina.
Con confianza en Jehová, se decidió
finalmente intentar una vez más conseguir el Estadio Sixto Escobar. Oraron a
Jehová, y entonces el hermano Parkin llamó por teléfono al responsable de la
oficina de Administración de Parques. Del otro lado, y junto al teléfono,
estaba precisamente el hombre que buscaban, Julio Monagas. El secretario le
pasó el teléfono y al oír nuestra petición final, dio el consentimiento. ¡Qué
regocijo hubo en la sucursal! Pero había por delante un gran trabajo que hacer:
limpiar y dejar presentable el lugar para todos los hermanos que se esperaban.
Esta asamblea resultó ser la mayor hasta esa
fecha en Puerto Rico. Tres mil visitantes vinieron de los Estados Unidos y unos
cuantos de otros países del Caribe. El atenderlos a todos fue una gran tarea.
Todo el programa se presentó tanto en inglés como en español. Fue la primera
vez que hubo dramas bíblicos como parte del programa, y los mismos hermanos
representaron los dramas para ambos grupos lingüísticos. Todo se desarrolló sin
contratiempos durante los cinco días y fue causa de alegría alcanzar una
asistencia combinada de 8.604 personas el último día. Habían venido de 19
países diferentes, incluyendo las islas.
LA EXPANSIÓN CREA LA
NECESIDAD DE NUEVAS INSTALACIONES PARA LA SUCURSAL
Las asambleas han sido hitos en nuestra
historia teocrática. En la asamblea de 1968 recibimos una publicación que ha
resultado ser un poderoso instrumento para ayudar a personas de corazón honrado
a hacer suya la verdad. Se trata del libro de estudio La verdad que lleva a
vida eterna. Este libro, al que los hermanos han llamado “la bomba azul”,
llegó a ser muy temido por los clérigos de la cristiandad. Desde su
publicación, las colocaciones de libros aumentaron vertiginosamente en un año:
de 64.000 a 167.000. Los estudios bíblicos de casa ascendieron a uno por
publicador. Apenas hay un hogar en Puerto Rico que no tenga este libro.
Estaba llegando tanta literatura a Puerto
Rico procedente de la imprenta de la Sociedad en Brooklyn que simplemente no
había suficiente espacio para tenerla almacenada hasta que pudiera ser
trasladada a las congregaciones. Los garajes que había en la parte trasera del
hogar Betel habían sido convertidos en depósito de literatura, pero ahora
estaban llenos a rebosar. Hasta la entrada de la sucursal estaba abarrotada de
cajas de literatura. De modo que se recibió permiso de la central de la
Sociedad para buscar una propiedad con el fin de construir un nuevo edificio
para la oficina sucursal, el hogar Betel y un Salón del Reino.
El nuevo edificio fue construido enteramente
por hermanos. Algunos trabajaron cada día; luego por la noche y durante los
fines de semana venían cientos de voluntarios. Unas dieciséis congregaciones se
turnaron para preparar la comida del mediodía para los trabajadores. El 29 de
abril de 1969, después de siete meses de trabajo duro, la oficina sucursal se
trasladó a sus nuevas y espaciosas instalaciones. Unos cuantos días después, el
hermano Knorr estuvo presente para participar en el programa de dedicación.
SALONES DEL REINO
PARA REUNIRSE
Debido a la rapidez con que crecían las
congregaciones y se formaban otras nuevas, la necesidad de tener lugares de
reunión adecuados iba constantemente en aumento. Al principio las
congregaciones se reunían en hogares privados. Al crecer, se alquilaban salones.
Algunos de ellos estaban en muy mala condición y se necesitaba mucho trabajo
para dejarlos presentables. En Mayagüez se alquiló un gran salón que estaba
sobre una tienda de zapatos de nombre La Gloria, de modo que su lugar de
reunión llegó a ser conocido como Los altos de la Gloria.
Con el tiempo las congregaciones empezaron a
edificar sus propios Salones del Reino. Probablemente el primer salón de Puerto
Rico edificado por los hermanos fue el de Saint Just, una congregación
rural cerca de la ciudad de Carolina. Desde entonces, otras congregaciones han
edificado sus propios salones o bien han transformado casas u otros edificios
ya existentes convirtiéndolos en confortables y atractivos lugares de reunión.
Los hermanos de Puerto Rico y de las Islas Vírgenes han construido hasta hoy
unos ciento cuarenta Salones del Reino. Recientemente se construyeron en
Levittown dos Salones del Reino en la misma porción de terreno formando ambos
un ángulo recto; cada uno de ellos es utilizado por dos congregaciones. En
Ponce se ha transformado un gran edificio de dos pisos para que haya un Salón
del Reino en cada piso y así acomodar a otras cuatro congregaciones.
Actualmente se ha construido en Bayamón un complejo de tres Salones del Reino
en una gran porción de terreno para atender las necesidades de los Testigos en
aquella zona.
LA ASAMBLEA
INTERNACIONAL DE 1973
En 1973 se hizo un contrato para utilizar el
Estadio Municipal Hiram Bithorn para una asamblea internacional de los testigos
de Jehová. La mayoría de los visitantes vinieron de los Estados Unidos en trece
grandes aviones que habían sido fletados a la línea aérea Pan American. Otros
vinieron de diversas islas del Caribe. Transportar a los hermanos desde el
aeropuerto a sus hoteles y luego llevarlos y traerlos cada día desde su
alojamiento hasta el lugar de asamblea fue una inmensa tarea. Además, se
organizaron giras especiales para que los hermanos visitantes pudieran ver
algunas de las cosas interesantes de San Juan y otros lugares de la isla. Una
de las giras llevó a los hermanos a la famosa montaña conocida como El Yunque,
donde la precipitación anual es de unos 5.100 mm. (200 pulgadas) y crece una
exuberante vegetación que no se encuentra en ninguna otra parte del mundo.
Según lo que se pudo determinar hubo más de
siete mil visitantes. Además del programa normal se celebraron sesiones
especiales en inglés en las que hermanos de los diversos países del Caribe que
se hallaban representados, así como de Puerto Rico, ofrecieron información
interesante para familiarizar a los hermanos visitantes con lo que se había
hecho en sus respectivos países a fin de dar adelanto a la predicación del
Reino.
A pesar de la fuerte lluvia que cayó el
último día, esta resultó ser la mayor asamblea que jamás se había celebrado en Puerto
Rico hasta aquel momento. El torrencial aguacero incluso dio mayor realismo al
drama sobre los días de Noé. Aunque el aforo del estadio es de 15.000 personas,
un total de 30.840 asistentes abarrotaron tanto el estadio como la zona
utilizada para las sesiones en inglés. Más recientemente, en 1983, y sin
siquiera tener grandes grupos internacionales de asambleístas, fue necesario
utilizar tres estadios simultáneamente para acomodar a las muchedumbres que
acudieron a estas reuniones del pueblo de Jehová.
FENOMENAL AUMENTO DE
PUBLICADORES
La década de los setenta experimentó un
tremendo aumento en la cantidad de publicadores del Reino. El año de servicio
de 1970 empezó con 5.530 publicadores. Para marzo de 1971 había 8.000
publicadores, y para el tiempo de la asamblea internacional de 1973 la cifra
era de 11.206. Cada mes se estaban formando nuevas congregaciones. En junio de
1977 la cantidad de publicadores alcanzó un máximo de 16.761, pero luego hubo
cierta disminución.
Aparentemente algunos publicadores no estaban
sirviendo a Jehová con la eternidad en mira, sino pensando en el año 1975.
Cuando sus expectativas con respecto a ese año no se materializaron, se enfrió
su amor por Jehová y abandonaron su organización. En agosto de 1978 la cantidad
de publicadores descendió a 14.775, una disminución de casi 2.000 en un año. La
disminución continuó por tres años. Estaban entrando personas nuevas, pero
estaban saliendo más de las que entraban. Además, debido a la difícil situación
económica existente en Puerto Rico, muchos se estaban trasladando a los Estados
Unidos. Pero por fin, en enero de 1982 se alcanzó una vez más un nuevo máximo
de publicadores.
Desde entonces la obra del Reino ha tomado un
ímpetu renovado. Actualmente hay más de 21.700 publicadores. Y al aumentar la
cantidad de precursores también ha aumentado la intensidad del testimonio.
Desde 1982, la cantidad de precursores regulares ha aumentado en más del doble.
Incluyendo los precursores auxiliares, en Puerto Rico tenemos un promedio de
1.535 proclamadores en el servicio de tiempo completo cada mes. Además, en las
Islas Vírgenes casi el 10% de los publicadores participan en el servicio de
precursor, y el celoso grupo de proclamadores del Reino en esas islas dedicó el
año pasado más de 110.000 horas a la proclamación pública de su confianza de
que el Reino de Dios es la única esperanza para la humanidad.
LA NECESIDAD DE
SALONES DE ASAMBLEAS CONVENIENTES
Durante muchos años las asambleas de circuito
han sido un rasgo habitual de la actividad del Reino. Al principio se
utilizaban pequeños salones para este propósito. Cuando la cantidad de
publicadores aumentó y las congregaciones llegaron a ser mayores, se utilizaron
pequeños campos de béisbol, los cuales pueden encontrarse en casi toda pequeña
ciudad de Puerto Rico. No hay que pagar por usarlos pero sí requerían una
enorme cantidad de trabajo para dejarlos presentables para una asamblea. A
menudo se tenían que alquilar sillas y transportarlas al lugar de asamblea para
proveer asientos adicionales. Se tenía que instalar una cafetería. Los hermanos
trabajaban duro durante varios días antes de la asamblea de circuito. A veces
se alquilaban grandes locales, pero generalmente solo consistían en cuatro
paredes; se tenía que traer todo. Una vez se celebró una asamblea en una plaza,
con la Alcaldía a un lado y la iglesia católica al otro. El clima lluvioso a
menudo interrumpía nuestras asambleas.
Con el trascurso del tiempo, se hacía cada
vez más difícil obtener incluso esos mismos lugares. Frecuentemente, cuando se
había reservado un campo de béisbol, se cancelaba después el compromiso para
dar prioridad a algún acontecimiento deportivo. Por consiguiente, los hermanos
empezaron a pensar seriamente en construir sus propios Salones de Asambleas.
Se compró un terreno en la costa sur, entre
Ponce y Mayagüez. Durante varios años, en tanto los hermanos recaudaron los
fondos necesarios y edificaron el Salón, se reunieron bajo una estructura de
tubos de acero y planchas de metal erigida en el lugar de construcción, de manera
parecida a como lo habían hecho en los campos de béisbol. Pero aquí no tenían
que montar y desmontar todo de nuevo para cada asamblea. Actualmente tienen un
Salón de Asambleas muy bonito que acomoda a más de mil personas.
Al este de Arecibo los hermanos arrendaron un
terreno y colocaron unas instalaciones temporales para celebrar asambleas hasta
que pudieran edificar. Sin embargo, aquel terreno no resultó ser conveniente
como un lugar permanente para celebrar asambleas, de modo que se buscó otra
propiedad. Finalmente, en 1976 se compró un terreno en una zona rural de
Caguas, justo al lado de la autopista que se estaba construyendo para enlazar
Ponce con San Juan. Con el tiempo se erigió allí un confortable Salón de
Asambleas con un aforo de 1.500 personas.
En estos dos Salones de Asambleas actualmente
se celebran todas las asambleas de circuito de Puerto Rico. La asistencia a las
asambleas es extraordinariamente alta, un promedio de más del 160% del total de
publicadores.
SEGUIMOS ADELANTE
Las congregaciones están creciendo deprisa.
Los Salones del Reino están abarrotados. Cada vez hay más congregaciones
nuevas. Se están edificando y dedicando nuevos salones. En 1986 asistieron
57.328 personas a la Conmemoración de la Cena del Señor.
Actualmente hay una proporción de un
publicador por cada 164 personas. Todo rincón de Puerto Rico y de las Islas
Vírgenes está recibiendo testimonio regularmente. Algunos territorios se
trabajan aproximadamente cada semana. No hay territorio sin asignar. No sabemos
cuántas personas más responderán favorablemente al mensaje del Reino, pero la
puerta sigue abierta y la organización local del pueblo de Jehová está
preparada para atender más aumento.
Ciertamente Puerto Rico ha resultado ser un
“puerto rico” para las más de 21.700 personas que han encontrado riquezas
verdaderas, riquezas de la clase que les llevarán a vida eterna. Esperamos que
muchas más personas encuentren estas riquezas antes de que Jehová cierre la
puerta de la oportunidad al tiempo que dé comienzo la “gran tribulación”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario