miércoles, 13 de mayo de 2015

SE PONE EN MARCHA LA OBRA DEL REINO


Durante una gira por Latinoamérica a principios de la década de los treinta, Robert Montero visitó Puerto Rico para determinar qué se podría hacer a fin de compartir con otros el mensaje de valor incalculable de las buenas nuevas del Reino de Dios. En su informe a la sede central de la Sociedad Watch Tower en Nueva York, indicó que Puerto Rico era campo abonado para la obra de predicar, y recomendó a la Sociedad que enviase a la isla proclamadores del Reino de tiempo completo, es decir, precursores. Añadió que solo había un Testigo, John Dahlberg, quien tenía unos setenta años de edad y se dedicaba al negocio de la pesca en Puerto Real, en la costa oriental de la isla. La actividad de predicación del hermano Dahlberg en aquel entonces era bastante limitada pues sabía muy poco español, pero se ofreció para cooperar plenamente con cualquier Testigo que pudiera venir a Puerto Rico a esparcir el mensaje del Reino.
Los primeros en responder a la invitación de servir aquí fueron el hermano Colin McLarty y su esposa, un matrimonio de poco más de setenta años. Llegaron en el invierno de 1932. Equipados con literatura bíblica que anunciaba el Reino de Dios, llamaron a la mansión del gobernador y a la jefatura de policía. Colocaron publicaciones con un juez del tribunal de distrito de los Estados Unidos. También dieron testimonio a maestros de escuela durante los períodos de descanso entre clases. Durante cuatro o cinco meses visitaron hogares privados y lugares de negocio. Complementaron su escaso conocimiento del español valiéndose de señas, y de ese modo se esforzaron por interesar a otros en la verdad de la Palabra de Dios. Pero, cuando estaban preparándose para partir, informaron que lo que habían logrado no era “nada en vista del trabajo que necesita hacerse”.
LLEGAN DOS PRECURSORAS
En 1935, Lillian Carr y Marie Hawkins, dos precursoras procedentes de Rochester, Nueva York, vinieron para compartir con los afectuosos puertorriqueños el mensaje del Reino, un mensaje dador de vida. Debido a que se encontraban en un ambiente nuevo, al principio trabajaban juntas, pero más tarde se concentraron en distintas zonas. En las ciudades de Aguadilla y Mayagüez, en la costa occidental, y en Ponce, en el sur, la hermana Carr se dedicó principalmente a colocar literatura bíblica con la gente, pues no podía mantener una conversación en español. No obstante, de esa manera se sembraron muchas “semillas” de la verdad del Reino durante los siguientes quince años.
En el ínterin, la hermana Hawkins predicó durante diez años en San Juan y en otras ciudades al norte y al este de la isla. Al igual que la hermana Carr, ella solo tenía un conocimiento limitado del idioma español. Sin embargo, se esforzó por volver a visitar a quienes mostraron interés y les condujo estudios bíblicos lo mejor que pudo.
PRIMEROS TESTIGOS PUERTORRIQUEÑOS
La hermana Hawkins no le predicó personalmente a Ambrosio Rosa García en las proximidades de Arecibo, pero le colocó un folleto a un amigo suyo. En 1938 ese amigo le dio a Ambrosio Rosa el folleto Se aproxima la guerra universal. Aunque Ambrosio Rosa practicaba el espiritismo, quedó profundamente impresionado por el contenido de esta publicación. Enseguida obtuvo más literatura por correo solicitándola a la central de la Sociedad en Nueva York. Pronto quedó convencido de que lo que estaba leyendo era la verdad, y empezó a compartir con otros este conocimiento recién hallado.
Como reconocía que la religión católica romana era falsa, rehusó dejar que su hija mayor hiciese la primera comunión. Por esta causa el sacerdote de la localidad lo visitó. Pero Ambrosio estaba lo suficientemente capacitado como para defender lo que creía, y utilizó bien el conocimiento que había adquirido de la Biblia.
Se dio cuenta de que tenía que compartir las buenas nuevas con otros, de modo que empezó a predicar de casa en casa aunque eso significó tener que hacerlo solo y sin haber recibido ningún entrenamiento. ¡Este era un hombre de fe que amaba profundamente a Jehová! Que él supiese, el único siervo de Jehová en la isla era él. Sin embargo estaba dispuesto a seguir adelante y enseñar a otros lo que había aprendido sobre el propósito de Dios. Cuando se enteró de que en los Estados Unidos estaban utilizando mensajes bíblicos grabados para esparcir la verdad, solicitó a la Sociedad un fonógrafo portátil y algunos discos en español, y les dio un buen uso.
Un día, habiendo puesto en marcha su fonógrafo del otro lado de la calle frente a la iglesia católica de Arecibo, un hombre le pidió que pusiese el discurso “Enfréntense a los hechos”. Parte de este discurso exponía la actividad política de la iglesia católica. Cuando la grabación mencionó las prácticas de la Iglesia durante la guerra civil española, el hombre corrió a buscar al sacerdote. Al venir, el sacerdote acusó al hermano Rosa de ser un “quintacolumnista” y antiamericano, pero el hermano Rosa conocía los hechos. Fortalecido por el espíritu de Jehová, pudo señalar que en realidad los “quintacolumnistas” y antiamericanos eran los sacerdotes por haber apoyado a Hitler y a Mussolini. También le preguntó al sacerdote por qué permitía que las personas se dirigieran a él como “padre” siendo que la Biblia prohíbe tal práctica. (Mat. 23:9.) El sacerdote se retiró, pero entonces un policía amenazó al hermano Rosa con arrestarle. De nuevo se mantuvo firme y explicó que él tenía el derecho constitucional de predicar la Palabra de Dios en la plaza pública. Ante esto el sacerdote y el policía consultaron entre sí y seguidamente se marcharon.
Entre las personas a las que Ambrosio testificó en Arecibo estuvo Santiago Rodríguez (padre), un empleado de una tienda que tenía por entonces unos cuarenta años de edad. Al principio Santiago le dijo al hermano Rosa que él tenía su propia religión y que verdaderamente no estaba interesado. Pero después de un rato Ambrosio le persuadió a suscribirse a la revista La Atalaya sólo por seis meses. Según las revistas llegaban, Santiago las leía y pronto reconoció que lo que estaba aprendiendo era la verdad. Al poco tiempo ya estaba predicando con el hermano Rosa.
Jehová bendijo los esfuerzos de ambos, y un pequeño grupo de personas interesadas empezó a reunirse. Fue entonces cuando estos dos hombres comenzaron a darse cuenta de la necesidad de “consagrarse” (o dedicarse) a Jehová y bautizarse. Pero ¿quién los bautizaría? No conocían a ningún otro Testigo en Puerto Rico. ¿Qué harían? Después de considerar el asunto bajo oración, reunieron al grupo y todos fueron a un pequeño río cerca de Arecibo. Allí Ambrosio bautizó a Santiago y luego Santiago bautizó a Ambrosio, con lo que llegaron a ser los primeros testigos de Jehová nativos que se bautizaron en Puerto Rico. Esto ocurrió el 18 de enero de 1940. Más tarde se bautizaron otros miembros del grupo, y el 8 de junio de aquel año se organizó la compañía (o congregación) de Arecibo de los testigos de Jehová.
SER UN TESTIGO NO ERA FÁCIL
Mientras tanto, se estaba desarrollando otro grupo de siervos de Jehová en Santurce, una extensa zona de San Juan, la capital. Al predicar en aquella zona, Marie Hawkins había conducido un estudio con la señora Leonor Román, y ella también empezó a diseminar las buenas nuevas. Su esposo se unió a ella en conducir estudios bíblicos en su casa, y la hija de seis años acompañaba a su madre en el servicio del campo. Este pequeño grupo de Santurce llegó a ser una congregación en mayo de 1940. Pero cuando la hermana Román se puso enferma, la actividad gradualmente se extinguió. De modo que el 1 de septiembre de 1941 esta pequeña congregación fue quitada de la lista.
Tres años después se formó otra congregación en San Juan. Pero, de nuevo, debido a la falta de dirección esta no prosperó en aquel momento.
Sin embargo, había quienes parecían estar dispuestos a esforzarse en el servicio de Jehová, aunque había muy pocos Testigos. Dos hombres que vivían en el interior de la isla presentaron sus solicitudes para el servicio de precursor. Se les asignó todo el municipio de Guayama, en el sur de la isla. Su obra consistió mayormente en distribuir literatura. Sin duda esto ayudó a algunos a ponerse en contacto con la verdad. No obstante, desafortunadamente, parece que el motivo principal de estos dos hombres era el de vender libros. De modo que después de un tiempo su actividad cesó.
Ser un siervo de Jehová no era fácil. Por lo general, no se recibía mucho ánimo de otras personas. Cada uno tenía que luchar tenazmente por la fe.
LLEGAN GRADUADOS DE GALAAD
Pronto amaneció una nueva era en Puerto Rico. Algunos de los primeros misioneros que se graduaron en la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower fueron asignados a Puerto Rico. En marzo de 1944 cuando el China Clipper aterrizó en el aeropuerto de Isla Grande, en San Juan, cuatro de esos misioneros estaban a bordo: Leo y Eunice Van Daalen, Emil (el hermano de Leo) y su primo Donald. La hermana Hawkins estaba allí para recibirlos, y se sentía emocionada de pensar que ahora habría ayuda madura para cultivar el campo puertorriqueño.
¿Qué disposición y costumbres notaron estos misioneros en las personas de Puerto Rico? Generalmente eran personas amables, generosas y hospitalarias, que se daban por satisfechas con tener un lugar donde dormir, comida y ropa. También eran personas religiosas, principalmente católicas. Era bastante común ver una estatua de un “santo patrón” llevada en procesión por sacerdotes y fieles al son de sus cánticos. En muchos hogares podían verse pequeños altares adornados con imágenes y cuadros de “santos” ante los cuales ardían velas constantemente. Se practicaba el espiritismo extensamente pero, por lo general, quienes lo hacían eran también buenos católicos. Además, también había bastantes evangélicos, personas que habían abandonado el catolicismo para unirse a las sectas protestantes introducidas por los norteamericanos.
LOS MISIONEROS EMPIEZAN A PREDICAR
La mayoría de las personas eran receptivas al mensaje del Reino cuando los misioneros llamaban a su puerta. Nadie les cerraba la puerta en la cara, nadie les respondía de manera brusca o seca; al contrario, casi en cada hogar se les invitaba a pasar. No obstante, antes de que pudieran presentar el mensaje del Reino a menudo tenían que responder ciertas preguntas para satisfacer la curiosidad del amo de casa. “¿De dónde es usted?”, “¿está usted casado?”, “¿tiene hijos?”. Pero finalmente se podía dar el testimonio. Con frecuencia la conversación terminaba con café o hasta con una invitación para quedarse a comer con ellos.
Los misioneros sabían muy poco español. Afortunadamente en aquel tiempo se utilizaba el fonógrafo portátil en el servicio del campo. De modo que, después de saludar al amo de casa, se le extendía una invitación para escuchar un breve mensaje grabado. Sin embargo, por lo menos uno de los misioneros tuvo un problema. Una vez preparado el fonógrafo, invitaba al amo de casa a escuchar una grabación sobre la Biblia y este, por lo general, respondía: “¡Cómo no!”. Al oír la palabra “no” y debido a no poder expresarse en español, el misionero cerraba su fonógrafo y se iba a la siguiente puerta. Pasó un poco de tiempo antes de que se diera cuenta de que la expresión “¡cómo no!” realmente significa “¡sí, por qué no?”, y que los amos de casa de hecho lo estaban invitando a proseguir. Pero las personas en general eran amables, y si podían, ayudaban a los misioneros a encontrar las palabras correctas.
Se colocaba mucha literatura, especialmente en los lugares de negocio. Sin embargo, los misioneros querían “enseñar”. Al ir dominando más el idioma, se esforzaron por volver a visitar a las personas y empezar estudios bíblicos utilizando el libro Hijos. Un día se sintieron muy contentos al dar con José Sosa, quien había estudiado en Arecibo con Ambrosio Rosa pero luego, al trasladarse a San Juan, había perdido el contacto con los hermanos. Inmediatamente empezó a acompañar a los misioneros en el servicio del campo y les ayudó mucho con el español.
LLEGAN MÁS MISIONEROS
En aquel tiempo había más de dos millones de personas en la isla; era evidente que se necesitaban más trabajadores. ¡Cuán felices se sintieron los hermanos cuando llegaron más misioneros! Con el transcurso de los años han servido aquí más de cien misioneros, y en algunos momentos ha llegado a haber hasta sesenta misioneros al mismo tiempo. Todos ellos han sido trabajadores dispuestos, deseosos de participar de cualquier manera posible a fin de esparcir el mensaje del Reino. Han ayudado a establecer la obra en la mayor parte de las ciudades principales y en muchas ciudades más pequeñas.
No obstante, no solo se interesaban en sembrar semilla nueva sino también en cultivar la que ya había sembrada. (Véanse 1 Corintios 3:6-9; Hechos 15:36.) De modo que algunos de los hermanos de San Juan decidieron visitar a sus hermanos de Arecibo para animarlos en la fe. Como obviamente se necesitaba ayuda madura para las reuniones y el servicio del campo, se dispuso que Emil Van Daalen y su primo Donald ayudaran al pequeño grupo de Arecibo. Con el tiempo se les unió Arthur, otro miembro de la familia Van Daalen.
Mientras tanto, en San Juan, la cantidad de Testigos empezó a crecer. Estaban progresando en la verdad algunos que verdaderamente demostraron ser hermanos fieles. Uno de ellos fue Miguel Bari. Él tenía una pequeña habitación en la vieja ciudad de San Juan, donde mucha gente vivía prácticamente en los pasillos de los edificios. Cuando se entraba en los edificios se podía ver la cocina, la mesa y demás mobiliario allí mismo en los pasillos, y quizás hasta una pequeña habitación que servía de dormitorio. En medio de esas condiciones el hermano Bari trabajaba de sastre. En lo que a posesiones materiales se refiere tenía poco, pero tenía las cualidades que le motivaron a participar fielmente en la predicación de la Palabra de Dios justo hasta su muerte.
José Feliciano fue otro de los primeros Testigos que sirvió fielmente hasta la muerte. Ángel Figueroa, quien en aquel tiempo vendía naranjas (chinas) en la calle, también llegó a ser nuestro hermano. Personas de corazón honrado, procedentes de toda condición social, estaban convirtiéndose en “hombres de buena voluntad”.
NUESTRA PRIMERA ASAMBLEA
Las asambleas desempeñan un papel importante en la vida del pueblo de Jehová. En 1945 llegó el momento de celebrar la primera asamblea de adoradores del Dios verdadero en Puerto Rico. Se celebraría en las mismas fechas que las que se iban a celebrar en 300 ciudades por todos los Estados Unidos. En el viejo San Juan se consiguió un pequeño salón que servía de sede para un sindicato, cerca de la entrada a la Fortaleza (la mansión del gobernador). A pesar de su español tan limitado, todas las conferencias tuvieron que prepararlas los misioneros. Por supuesto, para las sesiones regulares hubo poca asistencia.
El discurso público titulado: “Los mansos heredarán la Tierra”, se programó para el domingo a las tres de la tarde en el salón de actos de la Escuela de Medicina Tropicana, justo al lado este del Capitolio. Para dar publicidad a la conferencia se distribuyeron en las calles 10.000 invitaciones y se anunció por la radio y en los periódicos. También se colgó un gran cartel de tela de una acera a la otra en la avenida Ponce de León. Al comenzar la conferencia fue algo desalentador ver solo a unas 20 personas presentes, básicamente los hermanos. Pero para el final del programa, había 250 personas en el auditorio.
VISITA ANIMADORA DE LOS HERMANOS KNORR Y FRANZ
En marzo de 1946, al mismo tiempo que llegaron más misioneros a Puerto Rico, llegaron también el presidente de la Sociedad Watch Tower, N. H. Knorr, y el entonces vicepresidente, F. W. Franz, que se hallaban de gira por las islas del Caribe. ¡Qué ocasión tan feliz!
Se organizó una asamblea de dos días en el Ateneo Puertorriqueño, a la entrada del viejo San Juan. La conferencia pública titulada “Regocijaos, oh naciones” fue presentada por el hermano Knorr, y el hermano F. W. Franz hizo de traductor. Para anunciar la conferencia se distribuyeron de casa en casa y por las calles de toda la ciudad 65.000 invitaciones. Asistieron personas de toda clase social. También estuvieron presentes hermanos de Arecibo. En total, la asistencia fue de 260 personas. ¡Qué ocasión de regocijo fue esta para los 35 publicadores del Reino que había entonces activos en Puerto Rico! Podían ver que se estaba empezando a establecer firmemente la verdad en la isla.
Durante su visita, los hermanos Knorr y Franz se reunieron con los misioneros para bosquejar los planes para la expansión futura. Con el fin de permitir que los misioneros dedicaran toda su atención a la obra del Reino, se instituyó un hogar misional, es decir: la Sociedad proveería un hogar con el fin de suministrar alimento y alojamiento a los misioneros, la mayoría de los cuales habían dejado atrás hogar y parientes para servir en una tierra extranjera. ¡Cuánto apreciaron aquellos celosos trabajadores esa amorosa provisión! El hermano Knorr también anunció que el 1 de abril de 1946 se establecería en Puerto Rico una oficina sucursal de la Sociedad Watch Tower. La casa de dos pisos que luego se obtuvo en la calle Lafayette 704, en Santurce, sirvió de centro para la actividad teocrática en Puerto Rico durante los siguientes veinte años.
LAS REUNIONES PÚBLICAS DISEMINAN LAS BUENAS NUEVAS
Uno de los métodos utilizados eficazmente para diseminar el mensaje del Reino fueron las reuniones públicas. Estas reuniones eran verdaderamente públicas, celebradas la mayoría de ellas en parques y plazas públicas. Como el clima en Puerto Rico es cálido todo el año, podían celebrarse casi cada semana. No obstante, se requería una gran fe y un espíritu dispuesto para seguir celebrando dichas reuniones. ¿Por qué?
Consideremos cuatro conferencias que se programaron para celebrarse en Santurce, en la plaza de Barrio Obrero, el mes de julio de 1946. ¿Quiénes fueron los oradores? Pues bien, como los hermanos nativos eran todos demasiado nuevos en la verdad, los misioneros tuvieron que hacer lo que pudieron con su limitado español. Muchos de ellos leyeron manuscritos que habían preparado copiando párrafos de diversas publicaciones y colocados luego en orden apropiado según el tema. En una ocasión, después que un misionero hubo leído su discurso, una persona interesada le abordó con una pregunta. Pero el misionero no pudo entender nada de lo que el hombre dijo y tuvo que dirigirlo a alguien que pudiera hablar español. Sin embargo, con la ayuda del espíritu santo estos hermanos dispuestos estaban participando en predicar las buenas nuevas.
Para pronunciar estos discursos se utilizaron diversos parques y plazas, incluso la plaza principal frente a la Alcaldía de San Juan. Como era de esperarse, a los líderes religiosos esto no les gustaba tanto como a las personas en general. Presionaron a la alcaldesa para que se les denegara esta libertad de expresión a los testigos de Jehová. Se hizo un anuncio en la prensa indicando que un parque público no debería usarse para “servicios religiosos”. Los hermanos fueron a un abogado amigable para referirle la cuestión, y él les aconsejó que esperaran un tiempo y luego solicitaran de nuevo el permiso. Los hermanos lo hicieron, y hubo buenos resultados. Evidentemente la alcaldesa se dio cuenta de que no podía negarles legalmente este derecho.
Los hermanos de San Juan también programaron discursos en las plazas de las ciudades cercanas. Una noche, cuando los Testigos habían acabado de presentar su conferencia en Juncos, un predicador pentecostal quiso hacer algunas preguntas utilizando el sistema de sonido. Al negársele su petición, empezó a gritar a viva voz, contradiciendo lo que el orador había dicho. Aunque las respuestas precisas que se le dieron, basadas en la Biblia, demostraron que él tenía un punto de vista equivocado, rehusó reconocerlo. Se reunió una gran multitud de personas para escuchar la discusión. Después de aproximadamente una hora, se cansaron de su arrogancia y le dijeron que se callase. El predicador los denunció acaloradamente como “pecadores”. Ante esto, uno de los hombres que estaba entre la muchedumbre pidió que levantasen la mano todos los que estuviesen de parte del “americano” en la discusión. Con la excepción de cuatro o cinco de los más de cien que estuvieron presentes, todos levantaron la mano.
En Bayamón, un suburbio al oeste de San Juan, el alcalde rehusó conceder permiso para que se presentasen discursos en la plaza pública, diciendo que la muchedumbre estropearía las plantas del parque. Sin embargo, cuando los hermanos se dieron cuenta de que otra organización estaba usando el parque, decidieron seguir adelante con su serie de discursos. Cuando distribuían por las calles las invitaciones en las que se anunciaba la primera conferencia, pasó el alcalde y también fue invitado. Poco después, el misionero fue citado para que fuera al cuartel de la policía. Allí el alcalde insistió en que la conferencia no iba a presentarse. Pero cuando partió, el jefe de policía les dijo a los hermanos que siguieran adelante y que él les suministraría protección policial. Cuando se estaba colocando el equipo de sonido, el alcalde le pidió a un policía que arrestase al orador, pero el policía rehusó, declarando que los Testigos tenían todo el derecho de celebrar sus conferencias. A la semana siguiente los hermanos se encontraron con que el suministro eléctrico para el sistema de sonido había sido cortado. No obstante, llevaban consigo un generador de emergencia y el discurso se presentó sin contratiempos.
Muchos de los que hoy en día son testigos de Jehová tuvieron su primer contacto con la verdad por medio de esas conferencias bíblicas al aire libre.
PRECURSORES NATIVOS EXPANDEN EL TESTIMONIO
El celoso ejemplo dado por los misioneros sirvió de ánimo para que los Testigos nativos emprendiesen el servicio de tiempo completo. Uno de los primeros que llegó a ser precursor fue Teódulo Otero (normalmente llamado Teo), un hermano de casi treinta años. Había aprendido la verdad leyendo el libro Hijos y con la ayuda de un estudio bíblico conducido en un hogar al otro lado de la misma calle donde él vivía y trabajaba. Rápidamente captó las enseñanzas de la Biblia, se bautizó en la primera asamblea celebrada en Puerto Rico en 1945 y fue uno de los felices asistentes a la asamblea internacional de los testigos de Jehová en Cleveland, Ohio, en 1946. Más adelante, en ese mismo año, fue nombrado precursor “general”. Como no tenía responsabilidades de familia que pudieran limitar los lugares en los que podía servir, fue asignado a Cayey, situada en un verde valle en lo alto de las montañas al sur de San Juan. Unos diez años antes, Ramón López Núñez, un barbero de Cayey, había obtenido alguna literatura de Marie Hawkins y luego había roto sus lazos con la religión falsa. Cuando bajó de la montaña para asistir a una asamblea en San Juan, en 1946, los hermanos se alegraron mucho de saber que había en Cayey una persona interesada en la verdad. De modo que Teódulo Otero fue enviado para ayudarle. Juntos trabajaron de casa en casa y pronto se formó otra congregación.
Mientras tanto, en Arecibo, Santiago Rodríguez (padre) había llegado a ser precursor. Tenía que atender a su esposa y a diez hijos, de modo que para hacer el precursorado necesitaba una planificación cuidadosa. No obstante, su pequeña pensión le ayudó a tener suficientes ingresos para vivir. No estando contento con predicar únicamente en Arecibo, salió, al igual que el apóstol Pablo, a otros campos. Este hermano, alto y enérgico, fue visto predicando en Barceloneta, Manatí, Hatillo, Camuy, Quebradillas, Lares y Utuado. Para llegar a estos lugares viajaba entre 24 y 32 Km. (15 y 22 millas) por serpenteantes carreteras de montaña.
El hermano Rodríguez tenía cincuenta y dos años cuando comenzó a servir de precursor regular y siguió participando en ese servicio de tiempo completo hasta poco antes de su muerte en 1977, a la edad de ochenta y tres años. Los residentes de esa zona llegaron a acostumbrarse a verle andar apresuradamente por la carretera mientras iba de casa en casa. Trabajar en el servicio del campo con Chago (así le llamaban) era una experiencia fortificante. Uno casi tenía que trotar para mantenerse al paso con él. Sus ademanes y expresiones faciales evidenciaban que ponía toda su alma en su trabajo. No tenía temor al hombre, predicaba a cualquier persona y en cualquier lugar.
LA VERDAD DEL REINO LLEGA A LAS ISLAS VÍRGENES NORTEAMERICANAS
Las Islas Vírgenes están ubicadas directamente al este de Puerto Rico. Santo Tomás, San Juan y Santa Cruz fueron compradas a Dinamarca por los Estados Unidos en 1917. En tiempos pasados su agricultura era bastante importante y normalmente se utilizaba a esclavos para trabajar en los campos. El paisaje aún se ve salpicado con ruinas de viejas haciendas que consistían en una casa grande en el centro rodeada por cabañas de adobe utilizadas para alojar a los esclavos. Sigue habiendo lugares designados por los nombres de aquellas haciendas, tales como “Hacienda Carlton” o “Hacienda Richmond”. Pero ya no hay industria azucarera; el trapiche (molino para caña de azúcar) ya no muele. Ahora el turismo se ha convertido en una de las principales fuentes de ingresos.
En enero de 1947 la Sociedad asignó a estas islas al hermano Theophilus Klein y su esposa, un matrimonio de misioneros, para que iniciaran la obra de predicar el Reino. El recibimiento fue asombroso. Durante los cuatro primeros meses obtuvieron 750 suscripciones a las revistas de la Sociedad. Las personas de la localidad pronto empezaron a participar en la obra de predicar. De hecho, durante los primeros ocho meses hubo 29 publicadores que empezaron a predicar las buenas nuevas, no solo de casa en casa sino también mediante la obra de las revistas por las calles. Los sábados por la mañana la calle principal de Santo Tomás solía estar llena de publicadores que presentaban La Atalaya y ¡Despertad!
Una escritora que por entonces trabajaba para la revista Life describió de la siguiente manera su impresión: “Entre las cosas que nos llamaron la atención cuando anduvimos por primera vez por las calles de Santo Tomás fue la cantidad de hombres y mujeres que había de pie en las esquinas con una bolsa de lona sobre la que estaba escrito: THE WATCHTOWER. [...] El que más hablaba, un hombre de unos cuarenta y cinco años, bien vestido y de apariencia próspera, se había dirigido a mí una vez mientras yo estaba en la cubierta del [barco] Love Junk, preguntándome si disponía de unos minutos para hablar. Pero estaba muy ocupada, ya que tenía comida en el fuego, y le despedí; por lo tanto no llegué a saber nada de la Watchtower.
”Fue con cierta sorpresa que reconocí a este caballero, inmaculado como de costumbre, con su traje blanco, camisa de cuello almidonado y corbata, en cuclillas junto al motor con Harry. [...] Según pasaba el tiempo y al ver que el hombre no se marchaba empecé a preguntarme qué le estaba sucediendo a mi esposo, un buen presbiteriano. Si estaba siendo convertido, ¿a qué se convertía? Quizás todo esto acabaría en un bautismo por inmersión; ciertamente estábamos en el lugar idóneo para ello. [...] Pero lejos de la oratoria sobre condenación en el infierno que yo había esperado, las palabras que emanaban del hombre de la Watchtower eran expresadas de una manera tan suave que no pude descifrar lo que estaba diciendo. Sus movimientos eran aún menos reveladores. [...] ‘Pero ¿qué estará haciendo él ahí dentro, John-Thomas?’, pregunté [...]. ‘¿Estará convirtiendo al señor Harman?’ [...] ‘No lo creo. [...] El hombre de la Watchtower sostiene en su mano una llave inglesa, parece que está ayudando al jefe.’ [...] Lo vi todo claro. El hombre de la Watchtower no solo era un misionero, también era un buen sicólogo. En aquel momento en particular, no había camino más directo para llegar al alma de Harry que a través del motor de su barco.
”Finalmente el hombre de la Watchtower salió. [...] Me faltó tiempo para entrar en la sala de máquinas y hablar con Harry. ‘Una persona agradable’, comentó él. ‘Se ofreció para venir y considerar la Biblia conmigo una vez a la semana.’ ‘¿Quién es?’, pregunté. ‘Es un testigo de Jehová’, dijo Harry. ‘Ciertamente admiro su dedicación. [...] Tenía que hacer algo por él a cambio; no acepta contribuciones.’ ‘Harry, ¿qué dijiste que harías por él?’, pregunté. ‘Nada, acepté una suscripción por un año a la revista ¡Despertad!’”
LIBERTADA DE LA ESCLAVITUD A UN MAL HÁBITO
Un grupo de misioneros que llegaron a finales del año 1946 fueron asignados a Ponce, en la costa sur, por entonces la segunda ciudad más grande de Puerto Rico. El territorio era fructífero, y en menos de un año se formó una congregación.
En 1948 empezó a estudiar allí una señora de cabello blanco llamada Susana Mangual. Después de estudiar por unos cuantos meses se enteró de que se iba a celebrar una asamblea en San Juan. Aunque antes de empezar a estudiar la verdad no solía salir de casa, decidió asistir. También quería bautizarse, pero tenía un serio problema. Era una fumadora empedernida, y sabía que primero tenía que dejar ese hábito inmundo. (2 Cor. 7:1.) ¿Podría librarse de esa esclavitud? Camino a la asamblea tomó una firme decisión y, confiando en la ayuda de Jehová, se apegó a ella. Siempre había tosido mucho debido al tabaco. Pero a partir de entonces su salud mejoró grandemente. Llegó a ser precursora regular y continuó en ese servicio hasta la edad de ochenta y seis años.
Susana predicaba en cualquier parte y por todo rincón. Nunca se acostumbró a limitarse a una sola localidad o a la tarjeta del territorio, pero uno podía ver a esa entrañable mujer de pelo blanco hablar de las buenas nuevas dondequiera que su corazón la impelía a hacerlo. No solo llegó a ser una figura familiar en Ponce, también viajó a otros pueblos para predicar. En dos de esos pueblos, Guayanilla y Peñuelas, ahora hay congregaciones florecientes.
MILITARES APRENDEN LA VERDAD
El mensaje del Reino estaba llegando al corazón de todo tipo de hombres. En 1947, Miguel Quirós, un soldado apostado en el campamento del ejército en Cayey, obtuvo un ejemplar de la revista ¡Despertad! y pidió más información a la Sociedad. Recibió el libro “La verdad os hará libres” y lo mostró a otro soldado: Pedro Hernández. Dándose cuenta de que esto era la verdad, compartieron lo que aprendían con Samuel Delucca, quien también era soldado, y los tres estudiaron juntos.
Al poco tiempo descubrieron que en Cayey había un barbero que era testigo de Jehová. De modo que se pusieron en contacto con Ramón López y, por medio de él, contactaron con Teo Otero, que servía de precursor en esa zona. Inmediatamente empezaron a asistir a las reuniones y, vestidos de civiles, fueron de casa en casa predicando el mensaje del Reino.
No obstante, pronto se dieron cuenta de que si pensaban vivir en armonía con la Palabra de Dios, no debían ‘ser parte del mundo’ en el sentido pleno de la expresión. (Juan 17:16; Miq. 4:1-3.) Debido a que rehusaron participar en ciertas actividades del ejército, fueron sentenciados a seis meses de prisión. Se les confinó en una prisión militar en Fort Buchanan, cerca de San Juan. ¿Cambió esto su intención de servir a Jehová? En absoluto. Siguieron estudiando la Biblia en prisión. Otros once prisioneros también se interesaron y juntos hicieron un buen estudio, es decir, hasta que el capellán del ejército se enteró de ello.
Un día un coronel del ejército vino a la prisión y, por supuesto, los prisioneros le saludaron, excepto los tres hermanos. Se puso furioso y entró en la oficina para hablar con el que estaba al cargo de la prisión. “¿Y qué quiere usted que yo haga?”, respondió el encargado. “Estos hombres ya están en la cárcel por haberse negado cuando estaban afuera a saludar oficiales. ¿Quiere usted que excave un hoyo profundo debajo de la prisión y los encierre aún más abajo?”
Después de cumplir su sentencia, los hermanos fueron absueltos de servir en el ejército, y cada uno fue a su propia ciudad para emprender la obra de predicar.
LLEVÓ LA VERDAD A SU CASA EN LA ISLA DE SAN JUAN
Edmead George también estaba sirviendo en el ejército cuando llegó a estar en contacto con los testigos de Jehová en los Estados Unidos. Avivado su apetito, se comunicó con la sucursal cuando fue trasladado a Puerto Rico. Los estudios regulares de la Biblia fortalecieron su fe.
Una vez licenciado del servicio militar volvió a su hogar en San Juan, en las Islas Vírgenes, llevando consigo el amor por las verdades bíblicas. Allí vivía en una pequeña aldea conocida como East End (“Extremo Oriental”), un nombre que le encajaba muy bien porque precisamente estaba en el extremo oriental de la isla. Compartió vehementemente con sus amigos y vecinos las cosas buenas que había aprendido. Su predicación fue fortalecida en 1949 cuando la goleta Sibia de la Sociedad visitó San Juan con cuatro misioneros a bordo. La tripulación estaba compuesta por: Gust Maki, Arthur Worsley, Stanley Carter y Ronald Parkin, quienes recibieron la asignación de esparcir el mensaje del Reino por las Antillas Menores. ¡Qué bienvenida tan calurosa recibieron cuando atracaron en East End! Durante su estadía, los 1.000 habitantes de San Juan recibieron un testimonio cabal.
EL CLERO PROTESTANTE INCITA LA OPOSICIÓN
Durante 1949 fueron asignados cuatro misioneros a Mayagüez, ciudad conocida como la Sultana del Oeste. En poco tiempo se empezaron a celebrar reuniones en la habitación delantera de la pequeña casa misional, y al año siguiente se formó una congregación.
Esta actividad no pasó inadvertida para el clero. Peggy Maykut (ahora esposa del hermano Arthur Van Daalen) empezó a estudiar con Lolita Merle, la cual era considerada una columna dentro de la iglesia presbiteriana. Esta mujer mostró tanto interés que fue con los misioneros desde Mayagüez hasta Santo Tomás para asistir a una asamblea. Al regresar a su hogar empezó a sentir el calor de la persecución. El ministro la visitó para disuadirla de asociarse con los Testigos. Después de una larga discusión, ella quedó en que el ministro volviese otro día para discutir la doctrina de la Trinidad con el misionero que le estaba conduciendo el estudio bíblico. El clérigo nunca se presentó. En su lugar, recibió una carta notificándole que compareciese ante el comité de la iglesia. Su respuesta fue una carta de renuncia. Aunque actualmente ha perdido la vista y tiene más de noventa años, todavía es una sierva activa de Jehová.
Después que la hermana Merle dejó la iglesia presbiteriana, se desarrolló una considerable oposición por parte de ese grupo religioso. Las iglesias protestantes habían llegado al acuerdo de dividir la isla entre sí. De modo que los ministros acusaron a los Testigos de invadir sus pastos y quitarles sus “ovejas”. “¿Por qué no van a los ‘incrédulos’, a los que no tienen ninguna religión?”, insistían. En su preocupación por salvaguardar lo que ellos consideraban como su dominio particular, rechazaban el hecho de que los que verdaderamente son “ovejas” pertenecen al Señor Jesucristo, y no a ninguna denominación religiosa de la cristiandad. (Mat. 25:31-33; Juan 10:16.)
A pesar de tal oposición, la congregación de Mayagüez continuó creciendo. Para el año 1955 los misioneros fueron trasladados a otras asignaciones, y los publicadores locales extendieron su actividad de testificación a otros pueblos de la zona. Actualmente hay ocho congregaciones en Mayagüez mismo, y muchas más en comunidades cercanas.
UN EX BOXEADOR SE CONVIERTE EN CELOSO LUCHADOR POR LA FE
Para 1950 la congregación de Ponce tenía unos setenta publicadores. Los misioneros habían trasladado el hogar misional y también el Salón del Reino a la tercera planta de un edificio en el centro de la ciudad.
Durante este año Francisco Torruellas (conocido como Paco) y su esposa Leonor empezaron a estudiar la Biblia con Lillian Kammerud. Paco había sido boxeador y jugador de béisbol profesional, y por entonces se dedicaba a la reparación de automóviles. Toda la familia participaba en el estudio. Al principio su progreso fue lento, pero la familia decidió asistir al último día de una pequeña asamblea de circuito que se celebró en abril de 1950 en Mayagüez. Quedó tan impresionado por la asamblea y la asociación, que hasta ofreció su automóvil para transportar a los que se iban a bautizar al lugar de inmersión en la playa.
Esta asamblea le infundió celo por el servicio de Jehová, hasta el grado de predicar él solo cuando los hermanos no iban a buscarle. Testificó a sus amigos, vecinos y empleados, y condujo muchos estudios bíblicos. La asistencia combinada de tres de sus estudios era de 35 personas, 14 de las cuales empezaron a declarar las buenas nuevas. En julio de ese año se quiso bautizar, ya que no deseaba esperar a la asamblea de circuito que se celebraría en octubre. De modo que se organizó un bautismo especial para 10 personas, la mayor parte de las cuales eran su propia familia y aquellos a quienes él había estado conduciendo estudios bíblicos. Ha resultado ser un hombre celoso por la verdad, sirviendo como “siervo de congregación”, superintendente de ciudad en Ponce y superintendente de asamblea para el circuito. Desde que se retiró de su trabajo seglar también sirve de precursor regular.
DESEOSOS DE HACER TODO LO POSIBLE
Una ciudad que no tenía un hogar misional era Jayuya, una pequeña comunidad en lo alto de las montañas, en el centro de la isla. No obstante, la verdad también llegó a este remoto lugar. ¿Cómo? Mediante Aurea Cortés, quien había aprendido la verdad en la República Dominicana. Al regresar a Jayuya, su ciudad natal, hizo todo lo posible por compartir la verdad de la Biblia con otros. Habló a sus amigos y parientes que vivían en el campo, no lejos del pueblo. Entre esas personas estuvo la numerosa familia Pierluissi. Los hijos fueron de los que más interés mostraron. Pronto se organizaron reuniones en el hogar y uno de los hijos, Joaquín, las conducía. Junto con su primo Ángel, Joaquín empezó a participar en el servicio del campo.
Según los publicadores se iban trasladando a nuevas zonas, otros pueblos también recibían el testimonio. Dos de los primeros Testigos de Arecibo, Alfonso López y su esposa, estuvieron entre estos. Se trasladaron a Las Marías, un pequeño pueblo en las montañas, al este de Mayagüez. Su hogar estaba a unos 3 Km. (2 millas) del pueblo y a aproximadamente 1 Km. (media milla) de distancia de la carretera por un camino que a veces estaba lleno de barro. El único medio de transporte era a pie o en “carros públicos” (automóviles para transporte público). Eran un matrimonio de edad pero hicieron lo que pudieron por esparcir las buenas nuevas. Sembraron mucha semilla y alguna de ella con el tiempo dio fruto. Más adelante fueron asignados a esa zona precursores especiales, y ahora hay una congregación de unos cincuenta publicadores. Entre ellos está Jaime Custodio, ex miembro prominente de la iglesia evangélica, así como el ex alcalde y su familia, todos los cuales recibieron testimonio del hermano López. La hermana López, ya muy avanzada en años, aún hace cuanto puede en el servicio de Jehová.
LUGARES DONDE EL PROGRESO FUE LENTO AL PRINCIPIO
Cuando los misioneros fueron asignados a Caguas en 1949, trabajaron diligentemente y pronto estuvieron celebrando reuniones en la habitación delantera de su hogar misional. Sin embargo, el progreso fue lento al principio. El corazón de muchos de los primeros que se asociaron con ellos no resultó ser la clase apropiada de terreno, de modo que después de un tiempo dejaron de servir a Jehová. Sin embargo, otras semillas arraigaron y produjeron mucho fruto.
Por ejemplo, cuando Dolores Vázquez conoció la verdad, ella y su hija mayor, Carmen, estudiaron regularmente. A veces sus tres hijos mayores también se sentaban para el estudio. Dolores progresó bien y al poco tiempo empezó a asistir a las reuniones. Quería que la aprobación de Jehová no solo fuese para ella sino también para toda su familia. Con el transcurso de los años, casi todos sus hijos e hijas, así como las familias de estos, han abrazado el privilegio de servir al único Dios verdadero. Hay más de treinta personas entre sus hijos, hijas y nietos que ya son siervos dedicados de Jehová o participan en la predicación de las buenas nuevas. Dos de sus hijos y uno de sus nietos sirven actualmente como ancianos.
Los misioneros siguieron trabajando en Caguas por muchos años, y con mucha paciencia la congregación empezó a crecer. Ahora hay 13 congregaciones en Caguas, y se han formado otras en pueblos vecinos.
En Bayamón al oeste de San Juan, pasaron varios años antes de que la expansión realmente se hiciera sentir. Es cierto que 9 publicadores informaron durante el primer año de actividad misional en esa zona conocida por sus ranchos ganaderos. A los cuatro años, el total había ascendido a 66. Pero el año siguiente bajó a 31. Luego la ciudad empezó a crecer a medida que se fueron urbanizando más zonas y edificando nuevas viviendas. Muchos de los que se trasladaron a estas urbanizaciones estaban lejos de sus parientes, por consiguiente, los que escuchaban con aprecio el mensaje del Reino no eran tan proclives a preocuparse por si otros aprobarían su decisión o no. El pueblo que por entonces tenía 15.000 habitantes se ha convertido en una ciudad con una población de unos 200.000 habitantes. Actualmente Bayamón tiene 21 congregaciones y hay muchas más en las ciudades circunvecinas.
SE LLEGA A UN BALUARTE DEL ESPIRITISMO
La Ciudad de los Brujos también ha tenido la oportunidad de oír el mensaje del Reino. En Guayama, en la costa sur, el espiritismo tiene fuertemente agarrada a la gente. Algunos hombres de negocio prominentes y líderes municipales son espiritistas.
Un misionero llamado George Snodgrass conoció al presidente del movimiento espiritista de esa zona, y fue invitado a presentar el punto de vista bíblico sobre el espiritismo a los miembros de dicho movimiento en el templo espiritista. Como George solo tenía un conocimiento limitado del idioma español, invitó a Ivan Truman, un misionero que servía en Caguas, para que presentase el discurso. Durante el programa hubo un momento en que uno de los miembros del movimiento espiritista se excitó mucho, empezó a interrumpir al orador y objetó fuertemente contra las declaraciones que se hacían. No obstante, el que estaba a cargo de la reunión lo tranquilizó y el hermano Truman pudo terminar su discurso. Se dio un buen testimonio.
Lentamente, la congregación de los testigos de Jehová en Guayama empezó a crecer. Un hermano de edad avanzada, Pablo Bruzaud, quien había aprendido la verdad en la República Dominicana, regresó a su ciudad natal y allí sirvió como precursor durante muchos años, hasta su muerte. Cierto tiempo después, Randy Morales, quien había aprendido la verdad en Nueva York, también regresó a Guayama y se hizo precursor. Con el tiempo asistió a la Escuela de Galaad y actualmente sirve como miembro del Comité de la sucursal en Puerto Rico.
LA RADIO AYUDA A ESPARCIR LAS BUENAS NUEVAS
La radio ha sido usada extensamente en Puerto Rico para predicar el mensaje del Reino. A menudo se radiaban discursos públicos presentados en asambleas para que toda la isla pudiera oír el mensaje de la Biblia si quería hacerlo.
En una ocasión hubo 16 estaciones de radio transmitiendo el mensaje del Reino. Esto ha ayudado a las personas, especialmente en las zonas rurales, a aprender la verdad. Cuando los Testigos empezaron a penetrar en las zonas aisladas, las personas eran receptivas al mensaje porque lo habían escuchado en la radio. No obstante, debido al aumentante coste de sus servicios, casi todas las estaciones de radio empezaron a solicitar programas pagados, de modo que escogimos utilizar nuestros propios medios para llegar a la gente de una manera más personal.
UN TRÁGICO ACCIDENTE
Leo y Eunice Van Daalen, dos de los primeros misioneros de Puerto Rico, planearon visitar a sus parientes en los Estados Unidos justo después de la Conmemoración del año 1952. Este sería su primer viaje para su hijo Mark, quien tenía unos dos años. Sin embargo, casi tan pronto como el avión despegó del aeropuerto de Isla Grande, empezó a experimentar dificultades. Minutos después se estrelló en el océano Atlántico, a unos 8 Km. (5 millas) de la costa. Tanto Leo como Eunice perdieron la vida. Se informa que Eunice se hundió después de dar su salvavidas a una mujer que no sabía nadar. Sorprendentemente, su hijo de dos años fue encontrado flotando sobre la superficie del agua y le salvaron. Posteriormente fue adoptado por su tía en los Estados Unidos y sigue siendo un fiel Testigo hasta el día de hoy.
El matrimonio Van Daalen era muy conocido en Puerto Rico, de modo que los periódicos locales dieron mucha publicidad a lo que les había sucedido. Esto abrió el camino para hablar a muchas personas en cuanto a la esperanza bíblica de la resurrección que el matrimonio Van Daalen abrigaba.
INTENSA OPOSICIÓN EN COROZAL
En varios lugares había intensa oposición a la actividad de los testigos de Jehová, pero no detuvieron su obra. Corozal, un pueblo ubicado en las montañas, al sudoeste de San Juan, fue uno de esos lugares.
Antes de que Rosaura Fuentes aprendiera lo que la Biblia dice en cuanto a la adoración de imágenes, había dado permiso a un grupo católico para que trajese una imagen de la Virgen a su hogar con motivo de la adoración a María. Pero al aprender cómo ve Dios esta práctica, escribió a dicho grupo para decirles que no trajesen la imagen. (1 Cor. 10:14.) Cuando esto llegó a oídos del sacerdote, fue a verla inmediatamente para disuadirla de seguir estudiando la Biblia con los Testigos. Entonces, con el fin de intimidarla, colocó un altavoz sobre una casa cercana y valiéndose de él habló contra los Testigos y denunció a esta señora. En lugar de rendirse, ella continuó aumentando su conocimiento acerca de Dios. Poco después, Soledad González, una precursora especial, la visitó para fortalecerla y salir con ella al servicio del campo.
Entonces se tomó la decisión de presentar una serie de conferencias bíblicas en la plaza pública de Corozal, justo al lado de la iglesia. Esto verdaderamente enfureció al sacerdote, quien salió de la iglesia, se acercó al orador y le amenazó con el puño. A la semana siguiente el sacerdote decidió dar su propia conferencia y, con el altavoz a todo volumen, empezó a denunciar a los hermanos en un esfuerzo por ahogar la voz del orador que estaba pronunciando la conferencia en la plaza. Todo esto solo sirvió para fortalecer a nuestra nueva hermana. Aunque generalmente las personas de esta ciudad eran temerosas, algunas empezaron a escuchar; entre ellas estuvo una familia de la que, con el tiempo, dos hijas emprendieron el servicio de precursorado especial. Hoy en día hay un Salón del Reino en Corozal desde donde efectúan su ministerio dos congregaciones.
LA GENTE PUDO VER LA DIFERENCIA
En 1952 había 19 congregaciones en la isla y otras más tendrían que salir. Las elecciones generales celebradas para escoger un gobernador contribuyeron en cierto sentido a la expansión en aquel tiempo. ¿Cómo? Fue una ardiente campaña en la que la iglesia católica romana participó abiertamente, llegando a formar más tarde un partido separado llamado el PAC (Partido Acción Cristiana). Dos obispos se declararon a favor de uno de los candidatos y se opusieron al Partido Popular Democrático, que era entonces el partido dirigente.
Muchos católicos sinceros objetaron fuertemente a esta intromisión de la religión en la política y apoyaron al Partido Popular Democrático, el cual ganó por una abrumadora mayoría. Debido a lo que ocurrió durante esa campaña electoral, bastantes católicos sinceros dejaron la Iglesia. Algunos escucharon la verdad y llegaron a ser siervos de Jehová. Pudieron ver la diferencia entre los que realmente están separados del mundo, como Jesús dijo que harían sus seguidores, y los que no lo están. (Juan 17:16.) Otros que anteriormente habían mostrado antipatía a los Testigos desarrollaron una actitud más receptiva.
LA GOLETA SIBIA LLEGA A TÓRTOLA
En septiembre de 1952 la sucursal de Puerto Rico empezó a superentender la predicación del Reino en las Islas Vírgenes Británicas, las cuales están al nordeste de las Islas Vírgenes Norteamericanas. Las Islas Vírgenes Británicas comprenden unas treinta islas e islotes, pero solo las más grandes están habitadas: Tórtola, con una población de unas nueve mil personas; Virgen Gorda, unas mil personas, y las islas Jost Van Dyke, Anegada, Pedro y Sal con unos cuantos cientos de habitantes. Estas forman una colonia británica con un gobernador nombrado por la Corona, pero la mayor parte de su comercio y comunicaciones se realizan con los Estados Unidos.
Muchos años antes de la segunda guerra mundial se había efectuado cierta predicación en Tórtola. No obstante, el gobierno británico proscribió la literatura de la Sociedad durante la guerra. Después, en 1949, la goleta misional Sibia llegó a Road Town, en Tórtola. Los cuatro hermanos de esta goleta predicaron a la gente durante unos dos meses. Dejaban el barco por la mañana temprano y solían predicar unas diez horas antes de regresar. Por las noches daban conferencias públicas en la ciudad, a veces todas las noches. Normalmente estas se celebraban al aire libre, bajo un árbol, con una lámpara de gas para alumbrar. A veces se utilizaba un estrado para orquesta. Asistían cientos de personas y la sesión de preguntas que había a continuación solía durar más que el discurso en sí.
La goleta Sibia hizo dos visitas más a Tórtola, en 1950 y en 1951. Naturalmente, el clero estaba furioso e intentó provocar discusiones. De hecho, un predicador adventista del séptimo día se enfureció tanto cuando el hermano Parkin no discutió con él, que literalmente saltó sobre el hermano Parkin, cuando este estaba de espaldas, e intentó arrastrarlo por la fuerza para que continuase la discusión. Nuestros hermanos sabiamente evitaban tales debates.
AYUDA MISIONAL PROCEDENTE DE LA REPÚBLICA DOMINICANA
Cuando la severa persecución hizo que los cristianos del primer siglo fuesen dispersados de Jerusalén a otras zonas, el resultado fue que las buenas nuevas se esparcieron. (Hech. 8:1, 4.) De manera similar, cuando la República Dominicana proscribió la obra de los testigos de Jehová y deportó a los misioneros, esto contribuyó a la expansión en el campo puertorriqueño.
El 3 de agosto de 1957 llegaron al aeropuerto de Isla Verde, en San Juan, diez de estos misioneros. Eran cuatro matrimonios y dos hermanas solteras: Lennart y Virginia Johnson, Raymond y Rhudelle Johnson, George y Nellie Droge, Roy y Juanita Brandt, Kathryn Glass y Dorothy Lawrence. Rápidamente fueron asignados a diversas ciudades de la isla y se abrieron nuevas casas misionales.
Uno de estos misioneros, Raymond Johnson, estuvo en Caguas, su nueva asignación, por muy poco tiempo. Una mañana estaba haciendo su última visita de casa en casa con su esposa, y acababa de colocar el libro “Sea Dios veraz” cuando, al sentarse en una silla, le sobrevino un ataque al corazón y murió. Tal como él había dado un fiel testimonio durante su vida, se dio un buen testimonio en la ceremonia funeral con motivo de su muerte, a la que asistieron 192 personas.
SALEN PARA LA ASAMBLEA INTERNACIONAL “VOLUNTAD DIVINA”
En el año 1958 hubo mucha actividad en Puerto Rico. Fue una fuente de especial felicidad para los hermanos el que tres precursores de Puerto Rico tuviesen la oportunidad de asistir a la escuela misional de Galaad. Su clase fue la que se graduó durante la Asamblea Internacional “Voluntad Divina” celebrada en el Estadio Yankee de Nueva York. Pero ellos no fueron los únicos que, procedentes de esta parte del mundo, estuvieron presentes en dicha asamblea.
Unos cuatrocientos hermanos de Puerto Rico y de las Islas Vírgenes viajaron a Nueva York para asistir a esta asamblea histórica, lo cual representó aproximadamente una quinta parte de todos los publicadores que había en la isla en aquel tiempo. Fue necesario utilizar varios vuelos charter. A su regreso, todos estaban llenos de entusiasmo y ansiosos de desempeñar su papel en la obra de predicar.
Puerto Rico tuvo su propia asamblea “Voluntad Divina” en Caguas en el mes de septiembre, una asamblea de seis días que esencialmente tuvo el mismo programa que fue presentado en Nueva York. Todos los publicadores estuvieron muy ocupados distribuyendo la resolución especial que fue adoptada en la asamblea. Aquella resolución contenía una declaración concisa de las verdades que las personas de todas partes necesitan saber. En total, se distribuyeron por todo Puerto Rico unos doscientos mil ejemplares de dicha resolución.
SANTA CRUZ TOMA PARTE EN ALABAR A JEHOVÁ
La mayor de las Islas Vírgenes es Santa Cruz, a unos 64 Km. (40 millas) al sur del núcleo del archipiélago. Cuando Edwin Bobb y su esposa fueron allí para dar a conocer el mensaje del Reino, algunas personas respondieron con aprecio, y en 1949 se formó la primera congregación de los testigos de Jehová. Más tarde, Ted Klein y su esposa participaron en seguir edificando sobre aquel fundamento. Otros hermanos de los Estados Unidos vinieron para cooperar en la obra. Como resultado, actualmente hay en Santa Cruz cuatro congregaciones, dos inglesas y dos españolas, que alaban unidamente a Jehová.
CAMBIOS EN UNA ORGANIZACIÓN CRECIENTE
La organización estaba establecida firmemente para finales de la década de 1950. Los misioneros eran muy queridos y se apreciaba mucho su labor. Pero había llegado el tiempo de trasladar de Puerto Rico a otros campos a muchos de ellos para el beneficio de otros. Por consiguiente, algunos fueron asignados a Argentina. Otros fueron enviados a la República Dominicana, ya que había sido levantada la proscripción y aún quedaba allí mucho trabajo por hacer.
También se produjeron cambios en la organización de la sucursal. Donald Elder había sido el auxiliar del superintendente de la sucursal, pero en abril de 1960, debido a la precaria salud de su esposa, tuvieron que partir, y fue reemplazado por Ronald Parkin. Cuando el hermano Parkin asistió al curso especial de 10 meses de Galaad en 1962, Lennart Johnson fue llevado a la sucursal para ayudar a Emil Van Daalen, quien había estado a cargo de la superintendencia de la obra durante los últimos ocho años. Cuando Emil asistió al curso especial de Galaad en 1963 fue asignado a las Bahamas, y al hermano Parkin se le confió la responsabilidad de la sucursal de Puerto Rico.
TRANSFUSIONES DE SANGRE POR ORDEN JUDICIAL
La fe de muchos testigos de Jehová en Puerto Rico ha sido sometida a prueba por prestar atención al mandato bíblico de ‘abstenerse de sangre’. (Hech. 15:28, 29.) La mayoría se ha mantenido firme en su determinación de obedecer el mandato de Jehová. Unos cuantos han cedido. A muchos se les ha introducido sangre a la fuerza por orden judicial. ¿Cómo ha sido esto? El doctor o un pariente va al juez y obtiene una orden para que se le transfunda sangre al paciente a pesar de sus objeciones o de las objeciones de las personas responsables de él. Esto se ha hecho pese a que el paciente había firmado una declaración solicitando que no se utilizase sangre y exonerando al hospital y a los doctores de toda responsabilidad en el caso de que surgiesen complicaciones debido a su negativa.
Esta fue la situación a la que se enfrentó Ana Paz de Rosario. En 1961, durante su embarazo, su doctor le dijo que necesitaba una operación o tanto ella como su bebé muy probablemente morirían. Fue llevada al hospital y estaba esperando ser operada cuando el doctor se puso furioso porque rehusó una transfusión de sangre. Inmediatamente llamaron al Professional Building (Edificio Professional) para contactar con el doctor Basilio Dávila. Él concordó en hacerse cargo del caso. Aunque su recuento sanguíneo era muy bajo, la operación fue un éxito. No obstante, el bebé murió después.
Nuestra hermana ya estaba en casa cuando surgieron nuevas complicaciones. Tuvo que regresar al hospital. Su prima decidió que ella necesitaba sangre, de modo que por medio de un abogado, se dirigió a un juez. Sin consultar al doctor que estaba al cargo del caso, el juez emitió una orden judicial para que se administrara una transfusión de sangre y hasta envió a un policía para asegurarse de que la orden se llevase a cabo. No obstante, se solicitó otra orden judicial para contrarrestar la primera orden del juez, aunque esa acción legal no fue necesaria porque, según el doctor, no se necesitaba sangre. Ella se recuperó bien.
Quince años más tarde, en 1976, Ana Paz enfermó y fue al hospital para ser examinada. Se descubrió que se le había desarrollado gangrena en el colon y la sección infectada tenía que ser extirpada. El doctor concordó en operar sin utilizar transfusiones de sangre. La operación se llevo a cabo y ella se estaba recuperando, aunque su condición todavía era crítica.
Pero la misma pariente que obtuvo la orden judicial quince años antes, se enteró de su enfermedad, e inmediatamente se propuso, como la vez anterior, obligarla a aceptar sangre. De nuevo se contactó al juez y se emitió una orden judicial sin consultar al doctor. Cuando el doctor declaró que él ya había realizado la operación y que no había ninguna necesidad de transfusión, se emitió una orden de arresto contra él. Aunque él explicó la razón por la que no había administrado sangre, se dictaminó otra orden judicial para que el hospital administrase sangre a la paciente en contra de su voluntad. Para llevar a cabo esta orden se enviaron cinco policías armados al hospital. Cuando la hermana Rosario vio a los hombres, gritó: “¡No me hagan esto! ¡No soy una delincuente!”. Pero rápidamente la sujetaron. La amarraron de manos y pies a la cama y le pusieron a la fuerza la transfusión de sangre, llegando hasta el extremo de hacerle una incisión en el cuello para encontrar la vena yugular y así introducirle la sangre a la fuerza, pues no pudieron inyectársela en el brazo. Como consecuencia entró en estado de choque y ya no volvió en sí.
Detalles sobre este vil acto contra la libertad de conciencia y la dignidad humana se publicaron en la revista ¡Despertad! del 22 de mayo de 1977. Ejemplares de esta revista se presentaron personalmente a todos los doctores, enfermeras, abogados y jueces de Puerto Rico, y esa edición se distribuyó extensamente por toda la isla.
Hay pocos doctores aquí que concuerden en operar sin sangre. La oficina sucursal tiene una lista, y si los hermanos piden ayuda relacionada con esto, les remite a dichos doctores. No obstante, todavía se informan casos, a menudo en la prensa, en los que se han administrado transfusiones de sangre por orden judicial a pesar de las objeciones del paciente. Muchos de estos casos tienen que ver con menores —los cuales, desde el punto de vista de muchos doctores y jueces no tienen autoridad sobre su propio cuerpo—, y una cantidad importante tiene que ver con adultos. En un intento por enfrentarse a esta situación, muchos Testigos presentan una declaración jurada antes de entrar en el hospital a fin de que el personal del hospital respete su deseo de no recibir sangre.
OBSTÁCULOS QUE SE CONVIRTIERON EN BENDICIONES
En 1963 reinaba una gran excitación porque muchos hermanos se estaban preparando para asistir a otra asamblea internacional en el Estadio Yankee de Nueva York. En esta ocasión unos quinientos pudieron disfrutar de esta magnífica experiencia. Posteriormente, del 3 al 6 de octubre se presentó la misma información en una asamblea que se celebró en Ponce.
En realidad, la asamblea tenía que haberse celebrado una semana antes, pero una poderosa organización de cosecheros de café había solicitado el terreno de béisbol de Ponce y, por error, se habían asignado las mismas fechas, tanto a los Testigos como a la Asociación de Cosecheros de Café. La Administración de Parques y Recreo Públicos pidió a los Testigos que cambiaran las fechas de su asamblea. Se tuvo que hacer mucho trabajo para ajustarlo todo y avisar a los hermanos. Curiosamente sin embargo, la semana de la asamblea de los cosecheros de café pasó un pequeño huracán cerca de Ponce que dejó las carreteras intransitables. El siguiente fin de semana hizo un tiempo excelente para nuestra asamblea.
Luego nos enteramos de que el gobernador de Puerto Rico había programado un partido especial para el jueves por la noche. Aquello también requirió trabajo adicional por nuestra parte. Nuestra sesión de la noche tuvo que programarse para el viernes por la mañana. El jueves, después de la sesión de la tarde, se quitó la plataforma y los hermanos desalojaron el estadio. Luego, sobre las seis de la tarde, un gran camión chocó contra un poste de la luz cercano inutilizando el transformador. No hubo electricidad en el estadio el jueves por la noche, de modo que no se celebró el partido y por lo tanto tampoco quedaron montones de basura para que nosotros los limpiásemos después.
SIRVIENDO EN LUGARES DE MAYOR NECESIDAD
En 1964 informaron 60 congregaciones en Puerto Rico. Muchas de estas se formaron como resultado de la obra de los precursores especiales. Durante la década de los sesenta muchos puertorriqueños nativos, tanto hermanos como hermanas, emprendieron la obra de precursor especial. Por ser nativos, algunas comunidades los aceptaban mejor que a los misioneros. Estos precursores especiales fueron asignados a ciudades más pequeñas donde no se había asignado a ningún misionero, y en algunos casos reemplazaron a misioneros que fueron asignados a otro lugar. Por consiguiente, surgieron congregaciones en Isabela, Yauco, Arroyo, Ceiba, Dorado, Corozal, Naranjito y muchas otras ciudades.
Para edificar estas nuevas congregaciones y organizar otras, se animó a los publicadores para que se trasladasen de las ciudades más grandes a lugares donde hubiera más necesidad. Entre los que aceptaron la invitación estuvieron el hermano Bonifacio Ríos y su esposa, quienes se trasladaron de San Juan a Aguas Buenas, un lugar en las montañas, al oeste de Caguas. Trabajando juntos pudieron desarrollar un grupo de Estudio de Libro; luego se organizó un estudio regular de La Atalaya. Finalmente, en noviembre de 1963 se formó una congregación.
La hermana Ríos ya era precursora. Con el tiempo el hermano Ríos también se hizo precursor y los dos llegaron a ser precursores especiales en la isla de Vieques, al sudeste de Puerto Rico. Actualmente sirven en la obra de circuito.
Manfredo Vencebí fue otro hermano que quiso servir donde su ayuda fuese más necesaria. De modo que junto con su esposa y sus hijos pequeños regresaron de Nueva York, donde habían aprendido la verdad, y se establecieron en Guayanilla. Aunque tenía una familia que atender, pudo servir como precursor especial. Después de establecerse una congregación en Guayanilla, se trasladaron a Guánica para ayudar a fortalecer la congregación de esa localidad. Cuando sus responsabilidades de familia aumentaron y se le hizo necesario dejar el servicio de precursor especial, emprendió la obra de precursor regular en la congregación de Yauco. Después la familia se trasladó a Canóvanas para edificar aquella congregación. Sus tres hijos varones ya han crecido. Todos ellos han servido en el Betel de Brooklyn, y uno todavía sirve allí junto con su esposa. En cuanto a Manfredo, su deseo de servir en lugares de mayor necesidad permanece firme. Aunque todavía está criando a una hija adolescente, sirve como superintendente de circuito.
DÓNDE CELEBRAR UNA ASAMBLEA INTERNACIONAL
Al llegar el año 1966 reinaba un gran entusiasmo en Puerto Rico y las Islas Vírgenes. ¿Por qué? Porque Puerto Rico había sido escogido como lugar para una asamblea internacional de la serie que se celebraría en América Central y América del Sur, y que se presentaría en Puerto Rico en enero de 1967.
Pero ¿qué instalaciones serían las más apropiadas? Solo había dos lugares con suficiente espacio. Uno era el nuevo y espacioso Estadio Municipal Hiram Bithorn. El otro era un estadio muy deteriorado, el Sixto Escobar. Se empezaron los trámites para la utilización del Hiram Bithorn. Todo parecía marchar bien hasta que nos dimos cuenta de que las finales de béisbol se iban a jugar la misma semana de la asamblea. De modo que entonces fue necesario interesarse en la utilización del estadio más viejo. Cuando el administrador del estadio se enteró de esto, se opuso. Él creía que no era apropiado invitar a personas de todo el mundo a un estadio que estaba hecho una ruina.
Con confianza en Jehová, se decidió finalmente intentar una vez más conseguir el Estadio Sixto Escobar. Oraron a Jehová, y entonces el hermano Parkin llamó por teléfono al responsable de la oficina de Administración de Parques. Del otro lado, y junto al teléfono, estaba precisamente el hombre que buscaban, Julio Monagas. El secretario le pasó el teléfono y al oír nuestra petición final, dio el consentimiento. ¡Qué regocijo hubo en la sucursal! Pero había por delante un gran trabajo que hacer: limpiar y dejar presentable el lugar para todos los hermanos que se esperaban.
Esta asamblea resultó ser la mayor hasta esa fecha en Puerto Rico. Tres mil visitantes vinieron de los Estados Unidos y unos cuantos de otros países del Caribe. El atenderlos a todos fue una gran tarea. Todo el programa se presentó tanto en inglés como en español. Fue la primera vez que hubo dramas bíblicos como parte del programa, y los mismos hermanos representaron los dramas para ambos grupos lingüísticos. Todo se desarrolló sin contratiempos durante los cinco días y fue causa de alegría alcanzar una asistencia combinada de 8.604 personas el último día. Habían venido de 19 países diferentes, incluyendo las islas.
LA EXPANSIÓN CREA LA NECESIDAD DE NUEVAS INSTALACIONES PARA LA SUCURSAL
Las asambleas han sido hitos en nuestra historia teocrática. En la asamblea de 1968 recibimos una publicación que ha resultado ser un poderoso instrumento para ayudar a personas de corazón honrado a hacer suya la verdad. Se trata del libro de estudio La verdad que lleva a vida eterna. Este libro, al que los hermanos han llamado “la bomba azul”, llegó a ser muy temido por los clérigos de la cristiandad. Desde su publicación, las colocaciones de libros aumentaron vertiginosamente en un año: de 64.000 a 167.000. Los estudios bíblicos de casa ascendieron a uno por publicador. Apenas hay un hogar en Puerto Rico que no tenga este libro.
Estaba llegando tanta literatura a Puerto Rico procedente de la imprenta de la Sociedad en Brooklyn que simplemente no había suficiente espacio para tenerla almacenada hasta que pudiera ser trasladada a las congregaciones. Los garajes que había en la parte trasera del hogar Betel habían sido convertidos en depósito de literatura, pero ahora estaban llenos a rebosar. Hasta la entrada de la sucursal estaba abarrotada de cajas de literatura. De modo que se recibió permiso de la central de la Sociedad para buscar una propiedad con el fin de construir un nuevo edificio para la oficina sucursal, el hogar Betel y un Salón del Reino.
El nuevo edificio fue construido enteramente por hermanos. Algunos trabajaron cada día; luego por la noche y durante los fines de semana venían cientos de voluntarios. Unas dieciséis congregaciones se turnaron para preparar la comida del mediodía para los trabajadores. El 29 de abril de 1969, después de siete meses de trabajo duro, la oficina sucursal se trasladó a sus nuevas y espaciosas instalaciones. Unos cuantos días después, el hermano Knorr estuvo presente para participar en el programa de dedicación.
SALONES DEL REINO PARA REUNIRSE
Debido a la rapidez con que crecían las congregaciones y se formaban otras nuevas, la necesidad de tener lugares de reunión adecuados iba constantemente en aumento. Al principio las congregaciones se reunían en hogares privados. Al crecer, se alquilaban salones. Algunos de ellos estaban en muy mala condición y se necesitaba mucho trabajo para dejarlos presentables. En Mayagüez se alquiló un gran salón que estaba sobre una tienda de zapatos de nombre La Gloria, de modo que su lugar de reunión llegó a ser conocido como Los altos de la Gloria.
Con el tiempo las congregaciones empezaron a edificar sus propios Salones del Reino. Probablemente el primer salón de Puerto Rico edificado por los hermanos fue el de Saint Just, una congregación rural cerca de la ciudad de Carolina. Desde entonces, otras congregaciones han edificado sus propios salones o bien han transformado casas u otros edificios ya existentes convirtiéndolos en confortables y atractivos lugares de reunión. Los hermanos de Puerto Rico y de las Islas Vírgenes han construido hasta hoy unos ciento cuarenta Salones del Reino. Recientemente se construyeron en Levittown dos Salones del Reino en la misma porción de terreno formando ambos un ángulo recto; cada uno de ellos es utilizado por dos congregaciones. En Ponce se ha transformado un gran edificio de dos pisos para que haya un Salón del Reino en cada piso y así acomodar a otras cuatro congregaciones. Actualmente se ha construido en Bayamón un complejo de tres Salones del Reino en una gran porción de terreno para atender las necesidades de los Testigos en aquella zona.
LA ASAMBLEA INTERNACIONAL DE 1973
En 1973 se hizo un contrato para utilizar el Estadio Municipal Hiram Bithorn para una asamblea internacional de los testigos de Jehová. La mayoría de los visitantes vinieron de los Estados Unidos en trece grandes aviones que habían sido fletados a la línea aérea Pan American. Otros vinieron de diversas islas del Caribe. Transportar a los hermanos desde el aeropuerto a sus hoteles y luego llevarlos y traerlos cada día desde su alojamiento hasta el lugar de asamblea fue una inmensa tarea. Además, se organizaron giras especiales para que los hermanos visitantes pudieran ver algunas de las cosas interesantes de San Juan y otros lugares de la isla. Una de las giras llevó a los hermanos a la famosa montaña conocida como El Yunque, donde la precipitación anual es de unos 5.100 mm. (200 pulgadas) y crece una exuberante vegetación que no se encuentra en ninguna otra parte del mundo.
Según lo que se pudo determinar hubo más de siete mil visitantes. Además del programa normal se celebraron sesiones especiales en inglés en las que hermanos de los diversos países del Caribe que se hallaban representados, así como de Puerto Rico, ofrecieron información interesante para familiarizar a los hermanos visitantes con lo que se había hecho en sus respectivos países a fin de dar adelanto a la predicación del Reino.
A pesar de la fuerte lluvia que cayó el último día, esta resultó ser la mayor asamblea que jamás se había celebrado en Puerto Rico hasta aquel momento. El torrencial aguacero incluso dio mayor realismo al drama sobre los días de Noé. Aunque el aforo del estadio es de 15.000 personas, un total de 30.840 asistentes abarrotaron tanto el estadio como la zona utilizada para las sesiones en inglés. Más recientemente, en 1983, y sin siquiera tener grandes grupos internacionales de asambleístas, fue necesario utilizar tres estadios simultáneamente para acomodar a las muchedumbres que acudieron a estas reuniones del pueblo de Jehová.
FENOMENAL AUMENTO DE PUBLICADORES
La década de los setenta experimentó un tremendo aumento en la cantidad de publicadores del Reino. El año de servicio de 1970 empezó con 5.530 publicadores. Para marzo de 1971 había 8.000 publicadores, y para el tiempo de la asamblea internacional de 1973 la cifra era de 11.206. Cada mes se estaban formando nuevas congregaciones. En junio de 1977 la cantidad de publicadores alcanzó un máximo de 16.761, pero luego hubo cierta disminución.
Aparentemente algunos publicadores no estaban sirviendo a Jehová con la eternidad en mira, sino pensando en el año 1975. Cuando sus expectativas con respecto a ese año no se materializaron, se enfrió su amor por Jehová y abandonaron su organización. En agosto de 1978 la cantidad de publicadores descendió a 14.775, una disminución de casi 2.000 en un año. La disminución continuó por tres años. Estaban entrando personas nuevas, pero estaban saliendo más de las que entraban. Además, debido a la difícil situación económica existente en Puerto Rico, muchos se estaban trasladando a los Estados Unidos. Pero por fin, en enero de 1982 se alcanzó una vez más un nuevo máximo de publicadores.
Desde entonces la obra del Reino ha tomado un ímpetu renovado. Actualmente hay más de 21.700 publicadores. Y al aumentar la cantidad de precursores también ha aumentado la intensidad del testimonio. Desde 1982, la cantidad de precursores regulares ha aumentado en más del doble. Incluyendo los precursores auxiliares, en Puerto Rico tenemos un promedio de 1.535 proclamadores en el servicio de tiempo completo cada mes. Además, en las Islas Vírgenes casi el 10% de los publicadores participan en el servicio de precursor, y el celoso grupo de proclamadores del Reino en esas islas dedicó el año pasado más de 110.000 horas a la proclamación pública de su confianza de que el Reino de Dios es la única esperanza para la humanidad.
LA NECESIDAD DE SALONES DE ASAMBLEAS CONVENIENTES
Durante muchos años las asambleas de circuito han sido un rasgo habitual de la actividad del Reino. Al principio se utilizaban pequeños salones para este propósito. Cuando la cantidad de publicadores aumentó y las congregaciones llegaron a ser mayores, se utilizaron pequeños campos de béisbol, los cuales pueden encontrarse en casi toda pequeña ciudad de Puerto Rico. No hay que pagar por usarlos pero sí requerían una enorme cantidad de trabajo para dejarlos presentables para una asamblea. A menudo se tenían que alquilar sillas y transportarlas al lugar de asamblea para proveer asientos adicionales. Se tenía que instalar una cafetería. Los hermanos trabajaban duro durante varios días antes de la asamblea de circuito. A veces se alquilaban grandes locales, pero generalmente solo consistían en cuatro paredes; se tenía que traer todo. Una vez se celebró una asamblea en una plaza, con la Alcaldía a un lado y la iglesia católica al otro. El clima lluvioso a menudo interrumpía nuestras asambleas.
Con el trascurso del tiempo, se hacía cada vez más difícil obtener incluso esos mismos lugares. Frecuentemente, cuando se había reservado un campo de béisbol, se cancelaba después el compromiso para dar prioridad a algún acontecimiento deportivo. Por consiguiente, los hermanos empezaron a pensar seriamente en construir sus propios Salones de Asambleas.
Se compró un terreno en la costa sur, entre Ponce y Mayagüez. Durante varios años, en tanto los hermanos recaudaron los fondos necesarios y edificaron el Salón, se reunieron bajo una estructura de tubos de acero y planchas de metal erigida en el lugar de construcción, de manera parecida a como lo habían hecho en los campos de béisbol. Pero aquí no tenían que montar y desmontar todo de nuevo para cada asamblea. Actualmente tienen un Salón de Asambleas muy bonito que acomoda a más de mil personas.
Al este de Arecibo los hermanos arrendaron un terreno y colocaron unas instalaciones temporales para celebrar asambleas hasta que pudieran edificar. Sin embargo, aquel terreno no resultó ser conveniente como un lugar permanente para celebrar asambleas, de modo que se buscó otra propiedad. Finalmente, en 1976 se compró un terreno en una zona rural de Caguas, justo al lado de la autopista que se estaba construyendo para enlazar Ponce con San Juan. Con el tiempo se erigió allí un confortable Salón de Asambleas con un aforo de 1.500 personas.
En estos dos Salones de Asambleas actualmente se celebran todas las asambleas de circuito de Puerto Rico. La asistencia a las asambleas es extraordinariamente alta, un promedio de más del 160% del total de publicadores.
SEGUIMOS ADELANTE
Las congregaciones están creciendo deprisa. Los Salones del Reino están abarrotados. Cada vez hay más congregaciones nuevas. Se están edificando y dedicando nuevos salones. En 1986 asistieron 57.328 personas a la Conmemoración de la Cena del Señor.
Actualmente hay una proporción de un publicador por cada 164 personas. Todo rincón de Puerto Rico y de las Islas Vírgenes está recibiendo testimonio regularmente. Algunos territorios se trabajan aproximadamente cada semana. No hay territorio sin asignar. No sabemos cuántas personas más responderán favorablemente al mensaje del Reino, pero la puerta sigue abierta y la organización local del pueblo de Jehová está preparada para atender más aumento.
Ciertamente Puerto Rico ha resultado ser un “puerto rico” para las más de 21.700 personas que han encontrado riquezas verdaderas, riquezas de la clase que les llevarán a vida eterna. Esperamos que muchas más personas encuentren estas riquezas antes de que Jehová cierre la puerta de la oportunidad al tiempo que dé comienzo la “gran tribulación”.


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