lunes, 9 de marzo de 2015

Ciega, y con vida cumplida y útil


Hay muchas personas que desafortunadamente piensan que los ciegos tienen un impedimento irremediable. ¿Pero sabe usted que hay personas ciegas que son abogados, jueces, doctores y maestros? La ceguera es un impedimento, pero no impide que muchas personas vivan una vida cumplida y útil.
Yo estoy totalmente ciega. Sin embargo soy un ama de casa, atiendo a mi esposo, y he criado a dos hijos.
Al nacer no estaba ciega. Pero tenía pigmentación retinal la cual lenta y progresivamente se esparció borrando mi vista. Debido a que no podía ver bastante bien para hacer mis tareas escolares, los maestros al principio pensaron que era retardada. Pero, con el tiempo mi dificultad fue reconocida, y me enviaron a clases para la conservación de la vista. En ese entonces vivíamos en Brooklyn, Nueva York, adonde nos habíamos mudado desde Puerto Rico.
En mis años de estudios secundarios asistí al Instituto para los Ciegos de Nueva York. Todavía podía ver formas y siluetas, y tenía buena percepción de la luz. Participé en muchas actividades escolares, y pasaba horas leyendo en Braille. Estos fueron años felices. No pensaba que mi poca vista era un impedimento, más bien lo veía como un incidente circunstancial de la vida.
Educando hijos
A la edad de veinte años me casé con un oficial de señales o comunicaciones a quien había conocido cuando estaba aprendiendo a operar un panel de interruptores telefónico en Puerto Rico. Cuando mis dos hijos eran pequeños, todavía tenía una percepción de forma y color, y con mi sentido del tacto especialmente desarrollado no me era difícil cuidar de ellos. Fácilmente los podía bañar y vestir, y les preparaba alimentos nutritivos. Sin embargo, como sucede con la mayoría de los niños, no les gustaba todo. Recuerdo que mi esposo al regresar de noche al hogar encontraba comida que, sin saberlo yo, ellos habían arrojado por la ventana.
Sin embargo, en vez de ser un obstáculo, pienso que mi ceguera en realidad benefició a mis hijos. Se vieron impulsados a mostrar más amor y consideración por mí y por otros. Se agudizó su sentido de observación a medida que usaban su vista para ayudarme. Ellos me decían el color exacto de cada parte del cielo, pequeños detalles de cómo iba vestida la gente, y muchas otras cosas que por lo general la gente pasa por alto.
Desde temprana edad enseñé a los niños buenos hábitos y organización personal. Me esforzaba mucho por hacer esto, porque su cooperación era esencial para que yo pudiera cuidar apropiadamente de la casa. Por ejemplo, cuando se quitaban la ropa, siempre la ponían en el mismo lugar para que yo la pudiera encontrar el día de lavado. Y después de comer, les enseñé a dejar los cubiertos en determinado lugar para poderlos recoger fácilmente y llevarlos a la cocina.
El enseñar a mi hija a cocinar realmente fue un desafío. A veces era muy desanimador, porque ella no siempre dejaba las cosas en el mismo lugar de modo que yo las pudiera encontrar. Sin embargo, con tiempo y paciencia ella aprendió a hacer las cosas como las hubiera hecho una persona ciega. Así es que no solo aprendió a cocinar, sino que desarrolló excelente organización personal.
Traté de educar a los niños de tal manera que no se sintieran cohibidos debido a mi ceguera, y no creo que lo estuvieron. Para divertirse conmigo, el pequeño Tommy en ocasiones me jugaba tretas. A la edad de siete u ocho años era muy hábil en imitar voces. Tocaba el timbre de la puerta e imitaba las voces de personas mayores. En ocasiones yo hasta me cambiaba la ropa de andar en la casa, me maquillaba, me cepillaba el cabello, y me aprontaba a recibir lo que yo creía que eran visitas. En una ocasión en que un joven vino a hacer una diligencia verdadera pensé que era el juguetón Tommy, y le llevó un buen rato de conversación para convencerme que él en realidad no era mi hijo.
Haciendo mis compras
La gente con frecuencia me pregunta cómo me las arreglo fuera de mi casa para poder atender las muchas obligaciones relacionadas conmigo y con el cuidado de mi hogar. Para hacer las compras, al principio necesito ayuda para aprender el camino hacia las tiendas, pero cuando mi perro guía se acostumbra a la zona, ya no tengo problemas. Al entrar o pasar por un comercio por lo general sé qué clase de comercio es debido al olor y al ambiente en general. Cada tipo de negocio tiene sus olores y ruidos peculiares. Así es que no tengo dificultad en identificar una farmacia, una tienda de departamentos, etc.
Me gusta vestir bien, así es que soy muy cuidadosa al comprar ropa. Cuando llego al departamento que busco, le digo a la vendedora el tamaño, color y diseño de la prenda en la que estoy interesada. En mi mente puedo “ver” exactamente lo que quiero, y así hago todo lo posible para explicarlo. Entonces, cuando me lo pruebo, pregunto a la gente que está cerca qué les parece. Por supuesto, yo sé si me queda bien, y entonces finalmente hago mi elección.
Hallo más difícil la compra de los alimentos porque se tiene que leer las etiquetas. Cuando voy al supermercado, pido a los empleados que me ayuden. Tengo presente exactamente lo que quiero, porque los empleados no pueden pasarse el día entero siguiéndome por la tienda. Por lo general alguien me acompaña cuando voy a comprar los víveres.
Cuando vuelvo a casa con mis compras, tengo un lugar específico para cada artículo. Si no lo hiciera así, no podría encontrarlo más tarde. Así que usted puede comprender por qué prefiero yo misma guardar todas las cosas. Para identificar los artículos aprendo sus formas, y en el caso de latas les hago una marca. De esa manera cuando busco algo, de inmediato sé dónde está y cómo es al tacto.
Cocinando y limpiando
Disfruto al cocinar, y me gusta preparar una variedad de platos. Esto no es difícil. Reconozco los varios ingredientes por el estante en que se encuentran y por los distintos tamaños y formas de las cajas y latas en que están. Además, mis sentidos del tacto, olfato y gusto ayudan a evitar una mezcla incorrecta. En realidad, prefiero cocinar sola, porque si otros me ayudan no sé dónde ponen las cosas, y después tengo dificultad en encontrarlas.
De gran ayuda es la batería de cocina diseñada especialmente para los ciegos. Hay protuberancias en el termostato de mi asador y también en el contador de tiempo Braille. Así es que puedo determinar por el tacto dónde colocar el control de la temperatura y del tiempo. También tengo un rollo de pastelero plástico que puede usarse con una sola mano que permite palpar la masa con la otra. Y también tengo un libro de cocina escrito en Braille, Cooking Without Looking (Cocinar sin mirar).
El esfuerzo adicional necesario para mantener mi casa limpia, siempre me ha parecido recompensador. En ocasiones mis vecinos hasta traen visitantes para mostrarles un ejemplo de una casa bien cuidada. Por el sentido del tacto puedo saber cuando el piso o los muebles necesitan una limpieza. Una vez tuve una criada por poco tiempo que pensó que se podía aprovechar de mí; así es que barría la basura debajo de las camas. Más tarde lo comprobé con mis pies descalzos, y se turbó mucho al ver que mis pies estaban tan sucios que fue necesario restregarlos.
En realidad es muy esencial que mi casa esté ordenada, cada cosa guardada en un lugar determinado. El caso es que tengo un cuadro mental de cada pieza, así es que puedo caminar por toda la casa sin chocar con ningún objeto.
Entrenando los sentidos
Algunas personas creen que los otros sentidos de los ciegos son por naturaleza superiores. Sin embargo, estudios demuestran que no es así. Los ciegos no nacen con un sentido especialmente agudo del oído, o del tacto, del olfato o del gusto, sino, más bien, por medio de entrenar estos sentidos pueden aumentar su eficacia. Permítame darle un ejemplo.
Siéntese y escuche un poco de música. Cierre sus ojos para que pueda apreciar mejor los sonidos. Ahora, ¿qué está haciendo? Está excluyendo ciertas cosas que podrían distraerlo, y mediante la concentración está entrenando su habilidad para escuchar. Es lo mismo con las personas ciegas. Nosotros no tenemos las distracciones que tienen las personas con vista, así es que nos podemos concentrar mejor en el desarrollo de los otros sentidos, tal como nuestro oído.
Es notable la cantidad de información que podemos adquirir a través de los sentidos ajenos a la vista. Utilizo todos mis sentidos —olfato, oído, tacto y gusto— para poder “ver,” por decirlo así, dónde me encuentro o qué estoy haciendo. De esta manera obtengo un cuadro bastante completo de lo que me rodea, pues sé qué es lo que está pasando a mi alrededor.
El sentido del oído es particularmente importante. Existen, por supuesto, los sonidos emitidos por los objetos... el bocinazo de un auto, el girar de un ventilador o el hablar de una persona. El ciego llega a ser un experto en analizar tales sonidos. Por ejemplo, por la dirección en que viene una voz, puedo saber si la persona es alta o baja, y por lo tanto la miro a la cara, hacia arriba o hacia abajo, según sea el caso.
También, los sonidos que se reflejan, pueden ser de una tremenda ayuda. El ambiente constantemente emite sonidos de toda índole —pasos en la acera, voces de gente, ruidos del tráfico, y otros— y estos sonidos son constantemente reflejados por paredes, muebles, pisos y otras cosas. Los ciegos aprenden a estar alerta a estos sonidos reflejados, y a menudo pueden aprender mucho de ellos. Por ejemplo, puedo caminar por una calle o a través de un edificio y saber por los sonidos reflejados si estoy cerca a una pared, puerta u otro objeto.
Mi sentido del tacto también me dice muchas cosas. Aprendo, no solo por las cosas que toco con mi mano, sino por las cosas que me tocan. Una brisa suave, sin importar lo tenue que sea, puede indicar una puerta o ventana abierta o, si estoy en la calle, una abertura entre dos edificios. El percibir el calor o frío también es importante, como cuando ando de un lado a otro de la cocina al estar encendida la estufa. También puedo saber si un vehículo ha estado estacionado por un largo o corto tiempo por el calor que irradia. Por lo general la persona de término medio queda asombrada por el cuadro completo que puedo obtener de lo que me rodea a través de los sentidos aparte del de la vista.
Hablando con los ciegos
Usted puede ayudar por medio de tratar a los ciegos del mismo modo que trata a las personas que pueden ver. Por favor no se nos acerque diciendo: “¿Sabe quién soy?” Esto solo enfatiza nuestra condición. Cuando usted le presenta a alguien a una persona ciega, en vez de solo decir: “Conozca al Sr. Tal y Tal,” es más útil si usted dice: “A su derecha se encuentra el Sr. Tal y Tal, a quien me gustaría que conociera.”
Además, realmente no es bondadoso decir: “Ahí va esa pobre persona ciega.” Yo no me siento “pobre.” El mero hecho de tener un impedimento no significa que no podemos vivir una vida cumplida y útil. Apreciamos cuando se nos habla de la misma manera que se les habla a otros. De esta manera nos sentimos parte del grupo, y no como un espécimen raro.
Una vida cumplida y útil
En realidad, puedo hacer la mayoría de las cosas que hacen las personas con vista. No solo puedo leer, sino también puedo escribir en Braille, usando un pequeño punzón y un pedazo de metal con muchos agujeros. Dado que estos instrumentos son pequeños, los puedo llevar conmigo y tomar notas siempre que me sea necesario. Cuando doy un discurso en la Escuela del Ministerio Teocrático, en la cual estoy matriculada en la congregación de los testigos de Jehová con la que me asocio, puedo palpar mis apuntes y así nunca dejo de mirar hacia mi auditorio. También, nunca tengo que mirar el reloj; sé la hora con solo palpar mi reloj.
Sin embargo, lo que hace mi vida especialmente cumplida y llena de significado es conocer a nuestro Creador, Jehová Dios, y servirle. Soy una maestra de tiempo cabal, dedicando por lo menos cien horas por mes en ayudar a otros a aprender los propósitos de Dios. Voy con mi perro visitando a personas de casa en casa. Cuando encuentro a una persona que desea que yo vuelva, anotó el nombre y la dirección, poniendo mucha atención en recordar donde me encuentro y cómo volver a la misma calle, y entonces vuelvo con la ayuda de mi perro. En la actualidad estoy conduciendo cada semana diez estudios de la Biblia en el hogar de personas interesadas.
Enseñé a mis hijos a participar en esta misma obra piadosa. En el mes de marzo de 1970 mi hija Marlene se graduó en la escuela misional de Galaad de los testigos de Jehová, en la ciudad de Nueva York, y en septiembre de 1971 se graduó Tommy en la misma escuela. Actualmente Tommy es misionero en España.
Marlene sirvió como misionera en el Ecuador por seis meses, pero entonces enfermó gravemente y volvió a Puerto Rico. Estuve junto a ella en el hospital día y noche. Desde su cama estudió la Biblia con una de las enfermeras, aunque se desmayaba cada vez que el estudio terminaba. La enfermera ahora está lista para simbolizar mediante bautismo en agua su dedicación a servir a Jehová Dios. Marlene vivió veinticinco fructíferos años, pero la enfermedad resultó ser mortífera. Más de mil personas asistieron a su funeral.
Ahora cuando hablo a la gente sobre los propósitos de Dios, éstos tienen un significado añadido para mí. Estoy tan agradecida a Jehová Dios por su promesa de la resurrección, y que el día llegará en que podré acariciar a mi hija, oírla y, sí, verla, cuando ella viva otra vez en esta Tierra. Creo que mi vida, por cierto, es cumplida y útil, pues comparto con tanta gente como puedo la maravillosa esperanza que nuestro amoroso Creador ofrece a la humanidad.


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