jueves, 5 de marzo de 2015

He visto al “pequeño” convertirse en “una nación poderosa”


Relatado Por William Dingman
En el año 1936 asistí a una reunión de los testigos de Jehová en Salem (Oregón, E.U.A.). Allí se planteó la pregunta: “¿Dónde está la grande muchedumbre?”. (Apocalipsis 7:9, Versión Moderna.) Como yo era el único nuevo, todos me señalaron y dijeron: “Ahí está”.
A MEDIADOS de los años treinta, relativamente pocos testigos de Jehová abrigaban la esperanza bíblica de vivir para siempre en el Paraíso en la Tierra. (Salmo 37:29; Lucas 23:43.) Ha habido un cambio espectacular desde entonces. Pero permítanme contarles cómo llegué a encontrarme en aquella reunión de Salem (Oregón).
Mi padre estaba suscrito a la revista The Golden Age (como se llamaba entonces en inglés la publicación conocida hoy en español como ¡Despertad!). Cuando yo era adolescente, disfrutaba leyéndola, y quedé convencido de que contenía importantes verdades bíblicas. Así que un día envié un cupón que había en el reverso de una de las revistas. Ofrecía al lector enviarle veinte folletos, un libro y el nombre de la congregación de los testigos de Jehová más cercana. Cuando recibí las publicaciones, fui de casa en casa y coloqué todos los folletos y el libro.
Para ese tiempo, nadie había estudiado la Biblia conmigo. De hecho, yo nunca había hablado con un testigo de Jehová. Pero entonces, con la dirección del Salón del Reino más cercano en mi poder, viajé unos 40 kilómetros en auto hasta Salem (Oregón) para asistir a una reunión. Allí fue donde me señalaron como “la grande muchedumbre”. Yo no tenía más que 18 años de edad.
Aunque prácticamente no tenía ninguna preparación para el ministerio, comencé a predicar con la congregación de Salem. Se me animó a incluir tres puntos fundamentales en la predicación: primero, Jehová es Dios; segundo, Jesucristo es su Rey nombrado, y tercero, el Reino es la única esperanza para el mundo. Traté de dar a conocer este mensaje en todo hogar que visité.
Después de reunirme con los testigos de Jehová de Salem durante dos años, me bauticé el 3 de abril de 1938. Los hermanos de Salem se llenaron de alegría al ver bautizarse a varios de la “grande muchedumbre”. En el mes de febrero de 1939 me hice precursor, o ministro de tiempo completo. En diciembre de ese año acepté la invitación de trasladarme a Arizona, donde había mayor necesidad de proclamadores del Reino.
Sirvo de precursor en Arizona
La obra de los testigos de Jehová era nueva en Arizona, y había muchos conceptos erróneos sobre nosotros, por lo que sufrimos mucha persecución cuando Estados Unidos entró en la II Guerra Mundial. Por ejemplo, mientras servía en Stafford (Arizona) en 1942, hubo rumores de que un grupo de mormones iban a formar una turba contra nosotros. Daba la casualidad de que mis compañeros de precursorado y yo vivíamos al lado de la casa de un obispo mormón que nos respetaba y que dijo: “Si los misioneros mormones estuvieran tan activos como los Testigos, la Iglesia Mormona adelantaría”. Así que en la iglesia levantó la voz y dijo: “He oído rumores de que va a formarse una turba contra esos jóvenes Testigos. Pues bien, vivo al lado de esos muchachos, y si hay una turba, habrá una escopeta justo al otro lado de la cerca, y se usará, no contra los Testigos, sino contra quienes los ataquen. Así que si quieren formar una turba, ya saben lo que les espera”. La turba nunca apareció.
Durante los tres años que pasé en Arizona, nos arrestaron y encarcelaron en varias ocasiones. Una vez me retuvieron durante treinta días. Para combatir el acoso policial contra nuestro ministerio, formamos lo que denominamos brigada voladora. Los Testigos que estaban encargados nos dijeron: “Nuestro nombre dice lo que somos. Comenzamos a las cinco o las seis de la mañana, dejamos un tratado o un folleto en cada casa, y volamos”. Nuestra “brigada voladora” abarcó una parte considerable del estado de Arizona. Sin embargo, acabó disolviéndose, pues esta forma de predicación no nos permitía ayudar a los interesados.
La Escuela de Galaad y el servicio especial
En diciembre de 1942 fui uno de los precursores de Arizona que recibieron una carta de invitación a la nueva escuela misional que iban a abrir los testigos de Jehová. Al principio se la llamó Colegio Bíblico de Galaad de la Watchtower. Más tarde se le cambió el nombre a Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower. El recinto estaba ubicado a casi 4.800 kilómetros de distancia, cerca de la ciudad de Ithaca, en el estado de Nueva York.
Tras visitar brevemente Oregón, en enero de 1943, varios de los precursores nos alejamos del calor del desierto de Arizona en un autobús de la compañía Greyhound. Unos días más tarde llegamos a nuestro destino, donde nos encontramos con la nieve del invierno en el estado de Nueva York. La escuela se abrió el 1 de febrero de 1943, cuando su presidente, Nathan H. Knorr, dijo en su discurso inaugural a un centenar de estudiantes: “El propósito de este colegio NO es prepararlos para ser ministros ordenados. Ustedes ya son ministros, y han estado ocupados en el ministerio durante varios años. [...] El curso de estudios que se imparte en el colegio tiene como único propósito prepararlos para que sean ministros más capaces en los territorios adonde vayan”.
Como yo no tenía mucha educación académica, al principio me sentí fuera de lugar en Galaad. Pero los instructores me trataron maravillosamente, y llegué a disfrutar mucho de mis estudios. Nuestra clase se graduó tras cinco meses de preparación intensiva. Después, a algunos nos enviaron a la sede mundial de los testigos de Jehová, en Brooklyn (Nueva York), donde recibimos más instrucción a fin de prepararnos para servir en la obra viajante como superintendentes de circuito. Mi primera asignación fue en Carolina del Norte y del Sur.
En aquellos primeros tiempos, la obra de circuito implicaba estar casi siempre de viaje. Pasábamos un día con una congregación pequeña, y dos si era grande. La mayoría de las congregaciones de entonces eran pequeñas. Así que después de pasar todo el día en la obra y, muchas veces, seguir hasta casi la medianoche haciendo visitas y contestando preguntas, me levantaba como a las cinco de la mañana siguiente para viajar a otra congregación. Serví en el circuito por alrededor de un año, y después fui precursor durante una temporada en Tennessee y Nueva York.
A Cuba y luego a Puerto Rico
En mayo de 1945 me enviaron junto con otros hermanos a mi primera asignación misional: Cuba. La noche que llegamos a La Habana, la capital, salimos a predicar con las revistas. Permanecimos en La Habana hasta que encontramos una casa en Santa Clara. El reembolso que cada uno de nosotros recibía al mes era de solo 25 dólares (E.U.A.) para todos los gastos, incluidos la comida y el alquiler. Hicimos las camas y los muebles con los materiales que estaban disponibles, y utilizamos cajas de manzanas para hacer las cómodas.
Al año siguiente me asignaron a la obra del circuito. En aquel tiempo toda Cuba era un solo circuito. Como el superintendente de circuito que me había precedido tenía las piernas largas y disfrutaba mucho caminando, los hermanos y las hermanas tenían que correr, literalmente, para mantenerse a su paso. Debieron pensar que yo haría lo mismo, así que lo organizaron todo bien para mi visita. No salieron todos al ministerio el mismo día, sino que se dividieron en grupos e hicieron turnos para trabajar conmigo. El primer día, un grupo me llevó a un territorio distante; al día siguiente, otro grupo me llevó a otro territorio lejano, y así sucesivamente. Al final de la visita estaba agotado, pero había disfrutado de la experiencia. Tengo preciados recuerdos de aquella congregación.
Para 1950 teníamos más de siete mil publicadores del Reino en Cuba, aproximadamente la misma cantidad que en México. En julio de aquel año asistí a la asamblea internacional Aumento de la Teocracia, en el Estadio Yankee de la ciudad de Nueva York. Después recibí una nueva asignación misional: Puerto Rico. Entre los nuevos misioneros de la clase 12 de Galaad estaban Estelle y Thelma Weakley, que me acompañaron en el vuelo a Puerto Rico.
Ocho años después, Estelle y yo nos casamos en Bayamón (Puerto Rico) durante una sencilla ceremonia celebrada en la plataforma en el intermedio de la asamblea de circuito. Tanto antes como después de la boda serví de superintendente de circuito. Durante los más de diez años que pasamos en Puerto Rico, Estelle y yo vimos un gran aumento: de menos de quinientos publicadores a más de dos mil. Ayudamos a muchas personas a llegar hasta la dedicación y el bautismo, y colaboramos en formar varias congregaciones nuevas.
En diciembre de 1960, Milton Henschel, de la central mundial de los testigos de Jehová, en Brooklyn (Nueva York), visitó Puerto Rico y habló a los misioneros. Preguntó quiénes se ofrecían para ir a una asignación distinta. Entre los voluntarios estuvimos Estelle y yo.
Nuestro hogar en la República Dominicana
Nuestra nueva asignación fue la República Dominicana, y fijamos el 1 de junio de 1961 para nuestro traslado. El 30 de mayo asesinaron al dictador dominicano Rafael Trujillo, y se cancelaron los vuelos hacia ese país. No obstante, se reanudaron enseguida, y volamos a la República Dominicana el 1 de junio como habíamos planeado.
El país estaba convulsionado cuando llegamos, y había bastantes movimientos de tropas. Se temía una revolución, y los soldados registraban a todo el mundo en la carretera. Nos pararon en varios puestos de control, y en cada uno de ellos nos registraron el equipaje. Sacaban todo cuanto había en las maletas, hasta los artículos más pequeños. Así se nos recibió en la República Dominicana.
Nos quedamos en la capital, Santo Domingo, durante varias semanas antes de ir a nuestra primera asignación, en La Romana. Durante la dictadura de Trujillo, a la gente le habían dicho que los testigos de Jehová éramos comunistas y personas de la peor clase. Como consecuencia, se había perseguido cruelmente a los Testigos. Poco a poco, sin embargo, pudimos acabar con el prejuicio.
Después de trabajar en La Romana por una breve temporada, de nuevo comenzamos a servir en la obra del circuito. Luego, en 1964, nos asignaron como misioneros a la ciudad de Santiago. Al año siguiente estalló una revolución en el país, y de nuevo reinó la confusión. Durante aquel conflicto nos trasladaron a San Francisco de Macorís, un pueblo conocido por su activismo político. No obstante, predicamos libremente sin interrupciones. Hasta formamos una nueva congregación pese a la inestabilidad política. Durante los siguientes años tuvimos más cambios de asignación, hasta que volvieron a asignarnos a nuestro hogar actual, en Santiago.
No cabe duda de que hemos visto la bendición de Jehová en la obra que se ha efectuado en la República Dominicana. Cuando llegamos, en 1961, había unos seiscientos Testigos y veinte congregaciones. Ahora, casi veinte mil publicadores predican las buenas nuevas del Reino de Dios en más de trescientas congregaciones. Las perspectivas de más crecimiento son extraordinarias, como lo prueba la asistencia de 81.277 personas a la Conmemoración de la muerte de Cristo de 1997, una cifra que representa unas tres veces y media la cantidad de publicadores.
Actualmente somos una nación poderosa
Aun cuando la escena de este mundo continúa cambiando, el mensaje de la Biblia que los testigos de Jehová predican sigue siendo el mismo. (1 Corintios 7:31.) Jehová todavía es Dios, Cristo sigue siendo Rey y es más obvio que nunca que el Reino es la única esperanza para el mundo.
Al mismo tiempo, ha habido una maravillosa transformación del pueblo de Jehová desde el día en que asistí a la reunión de Salem (Oregón), hace unos sesenta años. La gran muchedumbre verdaderamente ha llegado a ser grande, y asciende a más de cinco millones de personas. Es tal como predijo Jehová acerca de su pueblo: “El pequeño mismo llegará a ser mil, y el chico una nación poderosa. Yo mismo, Jehová, lo aceleraré a su propio tiempo”. (Isaías 60:22.)
Tras casi sesenta años en el ministerio de tiempo completo, me causa felicidad tener el gozo de seguir predicando y enseñando en mi asignación misional. ¡Qué gran privilegio es participar en esa obra y haber visto al “pequeño” convertirse en “una nación poderosa”!


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